Los aspirantes a la candidatura a cargos de elección popular tienen la puerta abierta desde hoy para el desarrollo de la campaña propagandística, de cara a los comicios primarios de marzo.

Los precandidatos a la Presidencia, al Congreso Nacional y a las Corporaciones Municipales están autorizados por la ley para desplegar toda una acción para buscar el favor de los votantes.

Como ya es conocido, en la contienda que ha sido convocada por el Consejo Nacional Electoral participarán tres partidos políticos: Libertad y Refundación (LIBRE), el Nacional y el Liberal.

Las circunstancias en las que se desarrollarán las justas del 14 de marzo son muy diferentes de las que han tenido efecto en procesos democráticos anteriores.

Los hondureños atraviesan por una crisis inédita causada por el covid y los embates naturales. La economía está derrumbada, las condiciones sociales de la población entraron en precariedad y la pandemia ha intensificado su embestida y, en consecuencia, su impacto sobre todos los órdenes del país.

Los políticos tienen el desafío de recobrar la confianza de la población que está desencantada de los líderes y dirigentes de las instituciones partidarias del país y decepcionados por la falta de respuesta a sus demandas sentidas.

Los sectores críticos han exhortado a los hondureños a razonar su voto y evaluar las propuestas de los aspirantes a ocupar cargos de decisión, con el fin de escoger a los líderes políticos mejor calificados.

Quienes tienen las riendas de este país y aquéllos que toman decisiones importantes en nuestro país tendrían que dar muestras de aptitud democrática, de renuncia a sus intereses particulares y de negación de sus apetitos de poder, nunca saciados.

Con tristeza observamos cómo desde las entrañas de nuestras instituciones políticas surgen mayores diferencias entre sus personajes de referencia y líderes emblemáticos, afloran más islas ideológicas y se multiplican los movimientos que van tras objetivos inconfesables.

Sucede este fenómeno al más alto nivel. Quizá estemos a punto de presenciar situaciones peores, en tanto nuestro pueblo se desgarra entre la discriminación social, la irracionalidad económica, la corrupción y la criminalidad.

Los hondureños necesitamos, sin duda, que la consciencia nacional sea sacudida hasta sus fibras más sensibles y que los políticos asuman su responsabilidad en un tiempo de extrema urgencia.

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