Al promediar el mes de mayo 560 hondureños ya habían muerto en más de 700 accidentes de tránsito, provocados por el exceso de velocidad, el flagrante irrespeto a las señales viales y el consumo de bebidas alcohólicas.        

Antes de que la pandemia  sanitaria irrumpiera con toda su fuerza letal, la otra epidemia, la de la inseguridad vial, se encaminaba rauda y sin frenos, a convertir las carreteras y calles del país en cementerios y sepulturas de conductores y transeúntes.

Hoy, que el mundo reserva esta fecha cómo el  Día Internacional de la Seguridad Vial, queremos como una especie de alerta, pertinente, social, sanitaria, económica, apelar más que al rol coercitivo de las normas legislativas y legales, a la responsabilidad que cada uno tenemos al sentarnos al volante de un vehículo.                                            

Responsabilidad que es lo que precisamente va encaminar a esta sociedad a un escenario conductual y cultural que evitará en incidente medida, más muertes por accidentes viales en el país.                                                                           

La seguridad vial es un asunto de competencia comunitaria, colectiva. No son pocas las omisiones, conductas irresponsables y en decenas de casos, irreparables, nos habían enlutado hasta el mes de mayo, a más de 500 familias hondureñas.

Por eso decimos que la seguridad vial es una  responsabilidad común. Cuando manejamos un vehículo no sólo está en juego nuestra propia vida y la de nuestra familia, sino también la de otras personas, y se trata de vidas tan importantes como la propia.

¿Cuántas vidas no fueron arrebatadas en esos 700 accidentes de tránsito ocurridos; cuántos hondureños no fueron víctimas de la negligencia de un conductor,  ingerido de alcohol, manejando a exceso de velocidad, e irrespetuoso de  las señales viales?

Y si no somos responsables entonces,  el estado debe estar listo para actuar o readecuar sus marcos legales a efecto de que por la vía coercitiva, evitemos que la inseguridad vial se convierta en otra especie de pandemia.

Otras sociedades, acá y al otro lado del mundo, debieron afrontar esa epidemia solo a través de medidas coercitivas. Sólo así fue posible hasta cambiar esa especie de hábitos sociales que para muchos supone el consumo consuetudinario de alcohol para subirse a un vehículo. 

¿Llegaremos a eso aquí? ¿A caso es que la prevención de accidentes de tránsito no forma parte del accionar del Estado? Con más de 600 muertes ya por accidentes viales, y en el Día Mundial de la Seguridad Vial, se vuelve urgente y necesario luchar por la vida misma, por la vida misma.