La llegada de Lionel Messi a París fue el gran acontecimiento del verano europeo. Impactó de tal manera, que desplazó de la consideración periodística y popular varios asuntos relevantes en el devenir del mundo, incluyendo la terrible pandemia que sufrimos desde marzo del año pasado.

El argentino es una celebridad y así fue recibido por su nuevo club, compañeros y fanáticos. Los actuales y futuros patrocinadores del París Saint-Germain imaginan la rentabilidad de sus inversiones, los directivos piensan en el récord de títulos nacionales e internacionales que pueden ganar, los aficionados sueñan con conquistas tantas veces frustradas.

Atrás quedó el Barcelona, devaluado en 137 millones de euros en concepto de valor de marca, afectado en sus futuros ingresos comerciales y sometido también al riesgo de perder simpatizantes en el mundo entero así como posiciones de cumbre en las competencias locales y continentales.

Con el cierre del glorioso período de Messi, Barcelona parece haber llegado también al fin de un ciclo que fue incomparable en materia de figuras y logros.

Carles Puyol, Víctor Valdés, Xavi Hernández, Dani Alves, Andrés Iniesta y Luis Suárez, entre otros, tampoco están más… Y sin duda, ¡es el fin de una era!

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