La definición del Clausura 2020-21 representa con claridad la superioridad que sus protagonistas han evidenciado a lo largo de la competencia. Los puntos obtenidos durante las 14 fechas reflejan esa hegemonía y, pese a los diferentes caminos recorridos para llegar a la final, Olimpia y Motagua tienen merecido este privilegio deportivo.

La diferencia mencionada tuvo dos factores claves: el poderío de las plantillas de ambos equipos y la dispar composición de los grupos regionales. De hecho, la separación regional de los 10 clubes de la Liga aparejó, desde el torneo anterior, mucho equilibrio en el Norte y enormes diferencias en el Centro.

Por lo tanto, se hace indispensable reformular esa separación, si pretenden continuar con el presente formato.

Sin perjuicio del impacto que habitualmente causa un choque clásico, hay que puntualizar algunos aspectos de la campaña del Real España, que invirtió en un calificado cuerpo técnico y en un infalible goleador en canchas de Guatemala.
Su cierre fue digno pero insuficiente.

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Testimonios de los propios allegados demuestran la insatisfacción. Hace pocas semanas su entrenador mencionó que es enorme la diferencia de tiempo en los trabajos de su equipo y los de los rivales más calificados. No le falta razón, aunque su eventual permanencia en la institución, no deberá promover más excusas en la próxima temporada.

Otro tema que la Liga y sus clubes deben resolver, está vinculado con las divisiones formativas. Ni el intento cosmético de la Fenafuth por desarrollar un mini torneo juvenil, pudo disimular la grave irresponsabilidad de cortar abruptamente la evolución de una generación completa, al suspender por dos campeonatos consecutivos, la actividad de los jugadores sub-20.

Todos los países del área tienen en pleno ejercicio los torneos sub-20, incluso las competencias de jóvenes comprendidos en la sub-17. En tal sentido, la rehabilitación de las Reservas y la organización de los sub-17 no es mucho pedir (...) es necesario pedir, ¡porque es obligación cumplir!

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