Faltan pocas horas para que despidamos 2019 e ingresemos en la era de 2020.

El anhelo de nuestros corazones es que reine la paz, que haya prosperidad y que la concordia sea hecha en nuestro suelo para buenaventura de todos.

No puede ser de otra manera. ¡Somos hondureños! Esta tierra nos vio nacer y es un deber ineludible entregar nuestro mejor esfuerzo para conducir a este país a mejores estadios.

Dos mil diecinueve ha estado preñado de muchas dificultades, numerosas tragedias, profundas divisiones y muy pocos avances en materia de combate a la criminalidad, corrupción y rezago económico.

Seguramente lograremos pisar terrenos más avanzados si nos proponemos materializar avenidas de entendimiento, consolidar la unidad y restaurar nuestra base social, económica y política.

Es una condición indispensable que exista en cada uno de nosotros, gobernantes y gobernados, un deseo ferviente y una voluntad indoblegable para revertir los indicadores negativos que califican nuestra condición de retraso.

Dos mil veinte es un año que presenta muchos obstáculos y múltiples desafíos que se vienen arrastrando desde hace mucho tiempo, pero que hay que encarar de una vez por todas.

Lo importante es que le apostemos a la comprensión, a la tolerancia y a la construcción del camino al progreso, al cambio y, especialmente,  a la renovación de nuestra esperanza en que vienen tiempos mejores para Honduras.

¡Hagamos votos porque el nuevo año sea pleno de esperanza, que sea el tiempo en que encontremos, en la buena voluntad y firme compromiso, la fuerza que necesitamos para construir un camino más promisorio para nuestro país!

Feliz 2020. ¡Que los 12 meses que están por venir sean de buenaventura para todos!