Ahora mismo, el conflicto en el que están enredados los funcionarios de la cartera ministerial de Salud, los médicos, los directivos del gremio y hasta los diputados del Congreso Nacional tiene su origen en las mismas razones que han contaminado todo el sistema asistencial: la polarización.

Como se sabe, los directivos del Colegio Médico han condenado la contratación de 89 especialistas cubanos y se han preguntado por qué no se da prelación a los cerca de diez mil doctores desempleados, en lugar de privilegiar a profesionales por correspondencia con la ideología de la isla.

Para males mayores, se ha denunciado que medio centenar de médicos han sido despedidos del sistema sanitario público por el solo hecho de no estar inscritos en el censo del Partido Libre.

Otros setenta doctores estarían sentenciados a correr el mismo destino por sesgo ideológico. ¡Que contrariedad en un país donde únicamente hay ocho facultativos por cada diez mil habitantes y donde la población está abandonada a su suerte, porque no tiene posibilidad de recibir una atención en salud digna!

La discusión debería de girar en torno a cómo abrir más plazas para médicos en los hospitales, centros de salud, césares y césamos, con el fin de evitar que mensualmente se fuguen unos 30 facultativos que no hallan espacio para ejercer su profesión en Honduras.

Es una desdicha que también los especialistas estén yéndose a otros países en los que reciben un salario más atractivo y donde tienen mejores ofertas de desempeño.

De una planta de veinte mil médicos, apenas cuatro mil están contratados y nada más el 25 por ciento de estos profesionales son especialistas.

¿Cómo se entiende que nuestro país no cuente con un programa de formación y contratación de cardiólogos, endocrinólogos, gastroenterólogos, ortopedas y especialistas en otras disciplinas, al margen de que las actuales autoridades reprochen que a estos especialistas no les interesa ingresar en el sistema público porque se niegan a ser asignados a áreas no urbanas ni a cumplir jornadas diurnas?

La salud pública ha estado y sigue afectada por la anarquía. El exsecretario, José Manuel Matheu, pasó su gestión enclaustrado en su propia opinión, en rivalidad con su mismo gremio y retado por los grupos de choque de Libre.

¿Está la actual ministra, Karla Paredes, entrampada en los mismos desacuerdos y pleitos con los médicos, motivada por cuestiones políticas?

Sea como fuere, no puede ser tolerada una situación caótica que tiene su génesis en disputas encarnizadas entre los políticos; tampoco debe prevalecer el vació de poder en la administración de la salud que, por lo demás, se encuentra en estado de postración.

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