La pandemia covid-19 y los meteoros que han golpeado este año fuertemente, han traído aparejado una desgracia grande: La educación retrocederá una década.

La escolaridad de la población disminuirá un año, según estimaciones de expertos, quienes han alertado que Honduras necesitará de una fuerte inyección de recursos para ser invertidos en tecnología educativa, en una mayor cobertura y en la elevación de la calidad de la enseñanza-aprendizaje.

Las emergencias que enfrenta el país han dejado a casi un millón de niños y de jóvenes sin acceso a contenidos académicos y sin un lazo de comunicación con los docentes, a quienes les toca desempeñar el papel de facilitadores en el proceso de generación de conocimiento.

Las variables en materia educativa nunca han sido alentadoras. Entre 2000 y 2010, los maestros solamente asistían 125 días a clases de un mínimo de 200 que son los requeridos por ley. Desde 2013, esta variable mejoró relativamente, pero la calidad de la enseñanza ha venido en caída estrepitosa.

Hasta 2018, cerca de 900 mil niños estaban fuera del sistema y un poco más de dos millones sí estaban incluidos en los servicios de transmisión de contenidos.

Un estudio de la Universidad Pedagógica Francisco Morazán, señala que en la actualidad hay cerca de 800,000 hondureños con edades de 15 años en adelante, que no saben leer ni escribir.

Los entendidos dicen que esta cifra se incrementará si no existe una intervención oportuna de las políticas públicas, ya que hay un millón o más de niños y jóvenes que están al margen del sistema formal de instrucción.

Otro informe elaborado por versados en las ciencias de la educación revela que apenas la tercera parte de la Población Económicamente Activa tiene educación básica (hasta noveno grado), y apenas el seis por ciento posee enseñanza universitaria.

El reto de Honduras en la asignatura educativa es grande. La pandemia y los eventos climáticos Eta y Iota han hecho que el país empeore en sus indicadores de la enseñanza-aprendizaje.

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