El esquema irregular de lluvias ha causado sequía y un mayor deterioro del manto friático, lo que -a su vez- provoca que las reservas de pozos se agoten mucho más rápidamente.

Las condiciones son bastante adversas al entorno que debería prevalecer para las actividades de cosecha, por lo que procede la declaración de una emergencia en nivel amarillo.

Este comportamiento errático preocupa, ya que los productores y los técnicos del sector público agrícola deben elaborar un programa de cultivo en aquellos rubros que necesitan un ciclo corto de precipitaciones.

Los expertos en meteorología han reafirmado que a partir del 9 ó 10 de septiembre se espera que las lluvias caigan en un volumen importante y suficiente para recuperar la humedad del suelo y facilitar el crecimiento de pasto, además de incrementar el nivel de las represas.

Se avizora que las lluvias cesarán en la primera semana de noviembre de 2019, un año que ha estado caracterizado por una extendida temporada de sequía y una cantidad muy pobre de agua disponible para las faenas agrícolas.

El Gobierno todavía no ha respondido al clamor de los productores en el sentido de establecer emergencia por las circunstancias inusuales y de alto riesgo a que están expuestos todos los renglones de la actividad productiva.

Las pérdidas en el aparato agrícola rozan el 50 por ciento, pero este índice podría subir hasta el 60 por ciento en el breve plazo, un valor muy cercano a la condición de "inseguridad alimentaria".

Las zonas más afectadas abarcan los departamentos de Valle, Choluteca, Francisco Morazán, El Paraíso, Olancho, Yoro, y -en menor grado- los territorios de Comayagua y Santa Bárbara.