La decisión de sustraer de las reservas internacionales mil millones de dólares, alrededor de 25,000 millones de lempiras, para atender la crisis financiera del país, trae aparejados riesgos que pueden tener consecuencias insospechadas.

Provoca inquietud e incertidumbre que dichos fondos terminen por ser desviados hacia gastos improductivos, en desmedro de las prioridades del país, hundido en un profundo desbalance financiero y con proyecciones de crecimiento económico muy negativas. Honduras entraría en un proceso de más endeudamiento y mayor inflación.

Los funcionarios de mando superior del gobierno de la presidente Xiomara Castro nos han explicado que el riesgo crediticio de nuestro país se ha incrementado en 74 puntos este año, como resultado de la crisis heredada, lo que vuelve necesaria la colocación de recursos del Estado.

Pero restar diez mil millones de lempiras de las reservas en moneda extranjera no se plantea como una buena decisión de política pública. Son más los riesgos que esta operación implica y menos los efectos positivos que podría traer consigo.

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Hasta ahora, Honduras mantuvo ahorros muy robustos en divisa extranjera, suficientes para cubrir un promedio de seis u ocho meses de importaciones.

Por esto mismo es que no deja de crear desasosiego que sean sacados mil millones de dólares y que esta operación debilite -en mayor o menor grado- nuestras reservas internacionales.

Estos recursos constituyen una variable que mide la capacidad de pago que tiene nuestro país para hacerle frente a sus compromisos en moneda extranjera y representan un indicador de solidez del Banco Central, la entidad rectora de la política monetaria, cambiaria y crediticia.

Igualmente, el nivel de las provisiones en moneda extranjera refuerzan la confianza de los agentes económicos sobre la fortaleza financiera de la economía.

Existe el riesgo de que todos estos índices vengan en descenso o que se pongan en inestabilidad si no se miden a tiempo las consecuencias de tomar de las reservas internacionales de Honduras la suma de mil millones de dólares en el presente período fiscal.

En una situación de vulnerabilidad fiscal que no tiene antecedentes, no deberíamos de correr el peligro de aprobar medidas de política tan a la ligera -como pareciera que sucede en la actual gestión- con miras a reducir el abismal déficit entre los gastos y los ingresos.

Justamente porque Honduras se encuentra en bancarrota y porque se nos han venido encima mayores infortunios como resultado de la convulsión del mercado petrolero, es que las operaciones como la intervención de las reservas internacionales deben ser muy bien estudiadas en sus implicaciones.

¡Esto hay que hacer, antes que conducir a Honduras a una debacle fiscal sin posibilidades de revertirla!