El sacerdote Pedro Nolasco Castro Rodríguez planeó fríamente el asesinato de su esposa e hija, sin embargo, el doble crimen fue descubierto por el sacristán, lo que le costó una condena máxima, hecho suscitado en Argentina.

Castro Rodríguez, el primer párroco de la ciudad de Olavarría de ese entonces 25 años, en 1888, decidió ejecutar su macabro plan: matar a su esposa e hija, visitó a un carpintero y le dijo "hágame un cajón muy grande. Es para una señora muy gorda que me la mandan de afuera”.

De acuerdo con el portal NT Policiales, el sacerdote utilizó un veneno y un martillo para acabar con la vida de sus parientes identificadas como Rufina Padín (esposa) y María Petrona (hija) de 10 años.

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Su vida en juventud

El religioso se enamoró de Rufina Padín, quien le robó el corazón y luego de dos años de noviazgo, se casó en 1873, se mudaron al barrio de La Boca y probaron suerte instalando una escuela, no obtuvieron los mejores resultados y Castro Rodríguez probó suerte en el campo, tampoco le fue bien.

Tras varios intentos para salir adelante económicamente y no lograrlo, Castro pidió una entrevista con el cura párroco de Nuestra Señora de La Merced, y le expresó su voluntad de volver al catolicismo.

La nueva oportunidad fue la bisagra para una mejor vida, todo pareció mejorar para él. En julio de 1878 nació la primera y única hija de la pareja llamada María Petrona. Todo iba bien, pero notó que su familia sería un obstáculo frente a su cargo.

Entonces, Castro Rodríguez convenció a las dos mujeres de que se mudaran a Buenos Aires bajo la promesa de ir a visitarlas cada vez que pudiera.

En 1880, el arzobispado lo ascendió a cura párroco y lo transfirió a Olavarría para hacerse cargo de la iglesia.  El 1888, Rufina y su hija viajaron a Olavarría por una sospecha de infidelidad.

La intención de la mujer era quedarse a vivir con él, intención que no sería permitida por Castro Rodríguez.

Pedro Nolasco autor del doble crimen

Así ejecutó su plan

El sacerdote le dio a tomar a su esposa e hija un veneno, Castro creyó que se quedaría dormida y moriría, sin embargo, la víctima empezó a gritar en medio de una crisis de convulsiones, tomó un martillo y le destrozó la cabeza y usó lo que quedaba en el frasco para envenenar a su hija. La pequeña falleció en menos de tres horas.

Tras el crimen, el padre acudió al carpintero y solicitud el ataúd, al llegar con el cajón, introdujo el cuerpo de su pareja y luego el de su hija, la tapa no cerraba, entonces se sentó encima del mismo y presionó con todas sus fuerzas, hasta que lo consiguió, luego comenzó a limpiar todo pero fue descubierto por el sacristán.

El 28 de julio, la Policía lo capturó y fue condenado a la condena máxima por el doble delito.

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