De cada tres niños, dos están excluidos del sistema educativo, lo que se traduce en un millón y medio de menores que no fueron matriculados para el presente período lectivo.

Esto se traduce en que el 70 por ciento de los menores están fuera del esquema virtual de clases y para quienes las autoridades no tienen una estrategia en marcha que permita traerlos de nuevo al conocimiento.

Esta población en edad estudiantil está marginada del proceso de enseñanza-aprendizaje, por la calamitosa situación en que cayó su familia, a resultas del covid-19 o porque las autoridades del país no les han brindado, ni a ellos ni a los docentes, a las herramientas electrónicas para darle continuidad a las clases.

En respuesta al planteamiento del Gobierno de llevar a cabo actividades académicas piloto en varios centros de enseñanza, los dirigentes magisteriales arguyen que el regreso a las clases sería  poner en riesgo la vida de los niños y de los profesores.

Y es que existe una diseminación muy alta del nuevo virus; sin embargo, la aplicación de la vacuna contra el covid todavía está muy lejana.  Los principales actores del sistema educativo ha reiterado que la incorporación de los alumnos y de los maestros no será posible en tanto no se concrete la inmunización masiva de la población.

No existen condiciones para que los estudiantes y los maestros regresen a las aulas. La pandemia de covid ha arreciado y la infraestructura escolar no está adecuada para la práctica de las medidas de bioseguridad.

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Representantes del Fondo de las Naciones Unidad para la Infancia en Honduras (UNICEF), han analizado que la interrupción de las clases presenciales a causa del covid-19 golpea y fractura el desarrollo del país.

Dos años sin clases presenciales como resultado de la pandemia, es una tragedia para Honduras. La obligación de las autoridades es buscar soluciones para que los niños y los jóvenes no dejen de recibir conocimiento ni de aprender, en medio de circunstancias difíciles, han subrayado especialistas en ciencias de la educación.

Las escuelas tendrán que abrirse en algún momento, porque es una necesidad. Mientras llega ese momento, los alumnos y los educadores tendrían que acceder a las herramientas electrónicas.

Honduras está muy atrás en esta asignatura. El resto de países centroamericanos invirtieron en modelos virtuales. Así, El Salvador y Nicaragua están en clases presenciales y Costa Rica puso en marcha un modelo asistencial mixto, pero -en todos estos casos- se ha privilegiado a la distribución masiva de tabletas y computadoras, así como a la conexión a la Internet.

En Honduras el aprendizaje debe continuar bajo las modalidades que puedan ser puestas en desarrollo mientras se produce la vuelta a una nueva normalidad. El problema es que las autoridades competentes no han procedido de conformidad con ese gran cometido.

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