A las puertas de las elecciones generales, los líderes de la iglesia, de la empresa privada, de las organizaciones obreras y campesinas, así como de entes que luchan por la transparencia y bloques de defensa de la democracia, han expresado sus dudas sobre el proceso que culminará el último domingo de noviembre.

Las voces que más pesan en el debate son aquéllas que plantean los desafíos que enfrenta Honduras para devolverle el poder al voto ciudadano, recomponer la democracia, restaurar la credibilidad de los partidos y revestir de mayor independencia a las instituciones electorales.

Una de las inquietudes que sobresalen en el ambiente previo a los comicios del 28 de noviembre es si las alianzas que se han armado pueden contribuir a profundizar el Estado de Derecho y rehabilitar la democracia.

Los segmentos mayoritarios de la hondureñidad piensan que la participación nutrida de candidatos a cargos de elección popular No repercute en beneficio de la democracia, porque No existen propuestas creíbles ni sólidas para administrar la crisis y sortear los problemas del país.

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La incertidumbre se impone. Y esto es así, porque las dudas de fraude, de confrontación visceral y las amenazas de una mayor violencia electoral que gravitan sobre la gran consulta a la que están abocados cinco millones de hondureños.

Organizaciones de sociedad civil han exigido a los partidos políticos que vayan a la contienda con reglas claras y con el compromiso de dar una cabal lectura a la voluntad expresada por el pueblo en las urnas.

Los analistas han reafirmado que son los mismos ciudadanos hondureños los que deben desafiar y emplazar a los postulados a puestos públicos a jugar a la política limpia y a honrar el poder popular en que se basa la democracia y el Estado de Derecho.

La postura más contundente es la que ha asumido el liderazgo de la Iglesia Católica. Como se recuerda, en su más reciente comunicado, la Conferencia Episcopal le ha pedido al pueblo que supere los sentimientos de indiferencia, apatía y escepticismo provocados por el deficiente sistema de Gobierno y sus instituciones.

Los hondureños deben asistir a las urnas y ejercer el voto con responsabilidad y libertad; esto es, votar por los candidatos con el mejor perfil, honestos y sensibles a las necesidades del pueblo y comprometidos con la buena política y los valores de la familia y de la vida, señalan los líderes religiosos.

Lo contrario sería marcar en la papeleta por aquellos postulados que quieren llegar a como dé lugar en forma engañosa y sin importar si están manchados por la corrupción o por presuntos vínculos con el crimen organizado.

Al final, lo esencial es que el voto de los ciudadanos hondureños cuente para emigrar de una democracia electorera a una participativa e incluyente.

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