Este grupo tenía planeado su viaje hacia el norte desde hace más de un mes. Al momento de iniciar su marcha en la madrugada del 13 de octubre, ya se habían unido al menos otras 1.000 personas, y el número continuó aumentando a medida que avanzaban.
El 19 de octubre, este gran grupo entró en México. Desde entonces, han seguido muchos otros grupos.
Las condiciones durante el viaje han sido extremadamente difíciles. Los migrantes se enfrentan a desafíos como quemaduras del sol, deshidratación, falta de agua potable y saneamiento.
Además, han tenido que lidiar con riesgos como ser secuestrados por traficantes de personas, caer en manos del crimen organizado o los cárteles de la droga, o sufrir abusos por parte de la policía o el Ejército. Muchos han optado por formar caravanas como una medida de seguridad frente a estos riesgos.
Las razones por las que estas personas deciden emprender este peligroso viaje son variadas. Entre ellas se encuentran la violencia extrema en sus países de origen, la amenaza de muerte por negarse a pagar extorsiones a redes delictivas violentas y la ausencia de protección gubernamental.
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Honduras, por ejemplo, tiene uno de los mayores índices de asesinatos de América Latina y del mundo.
El fenómeno de las caravanas de migrantes hondureños ha generado un impacto significativo en la política y la sociedad tanto en los países de tránsito como en los de destino, particularmente en Estados Unidos y México.
La respuesta de estos países a la llegada de las caravanas ha sido variada, incluyendo medidas de contención y políticas migratorias más estrictas.
La afirmación de que ninguna de las 14 caravanas de migrantes hondureños ha llegado a su destino es una cuestión compleja y matizada.
Honduras ya registró la primera caravana de migrantes de 2024. Se estima que la componen 500 personas entre hondureños y venezolanos.
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