Recientemente, una encuesta realizada por E&N y Datos Group titulada "Reputación en Centroamérica: el valor de la confianza", nos ofrece una perspectiva reveladora sobre en quiénes confían los centroamericanos. El 41% de los encuestados indica que la Empresa Privada es la institución en la que depositan mayor confianza, seguida por instituciones religiosas y educativas. En países como Guatemala y Panamá, esta confianza en el sector empresarial es aún más pronunciada.
Estos números no deben sorprendernos. El sector empresarial es un motor de cambio y progreso. No es excesivo decir que, sin la existencia de empresas sólidas, superar la pobreza y alcanzar un desarrollo sostenible serían metas inalcanzables.
Pero ¿cómo se relaciona esta confianza con los desafíos cotidianos que enfrentan los hondureños? En el país, por ejemplo, el Sondeo de Opinión del ERIC-SJ destaca que la crisis económica y el desempleo son las principales preocupaciones de la población, junto con el anhelo de un trabajo digno y un hogar. Estos sueños y preocupaciones no se pueden abordar sin una base sólida de confianza en un sector privado fuerte y ético, y sin un diálogo continuo entre el gobierno y las empresas.
El verdadero reto, entonces, no es solo fortalecer la confianza en el sector empresarial entre la población, sino también fomentar un clima de confianza mutua entre los diferentes actores de la sociedad: tomadores de decisiones, sociedad civil, academia y ciudadanos. Todos son esenciales para construir un futuro próspero. El diálogo, la tolerancia y la confianza son las herramientas con las que podemos tener un tejido social fuerte y resiliente.
Sin embargo, la confianza no es algo que se da por sentado; se construye día a día con acciones, diálogo y compromisos claros. Al fomentar espacios donde todas las voces sean escuchadas y valoradas, Honduras puede avanzar hacia un futuro más próspero y equitativo. Porque al final del día, la confianza es el hilo con el que se tejen los sueños de una nación.
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