Al valorar el informe de Transparencia Internacional, que otra vez vuelve a situar a Honduras entre los países más corruptos del continente, la designada presidencial Doris Gutiérrez reparaba en lo que mal podría ser, una de las puntas del ovillo o de la mismísima y enredada madeja de la corrupción pública: la resistencia a la rendición de cuentas.
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