El país sudamericano sufre una de las peores oleadas de violencia y criminalidad alimentadas por grupos armados sanguinarios y líderes del narcotráfico.

La lectura que se hace de estos episodios de sangre, violencia y muerte que mantienen en vilo a Ecuador es que la lucha contra la criminalidad organizada debe ser radical, no temerosa; ejecutada con mano dura, no con paños tibios; y tener un enfoque integral.

Honduras no está fuera del radar de las sociedades criminales. Nuestras organizaciones están infiltradas. La corrupción, la impunidad, la extorsión, el sicariato y el trasiego de drogas se conjugan en sus diferentes manifestaciones.

Las autoridades gubernamentales se ufanan de que la tasa de homicidios ha disminuido en diez puntos en los dos años recientes y que el resto de los indicadores de la criminalidad también observan un retroceso significativo.

En esta lista oficial se destaca que en 2023 más de dos mil miembros de asociaciones ilícitas cayeron en operativos ejecutados por la Dirección Policial Antimaras y Pandillas.

Fueron desarticuladas 615 bandas criminales, entre éstas: algunos grupos de la Pandilla 18 y de la Mara Salvatrucha, Los Puchos, Los Olanchanos, Los Pelones, Los Aguacates, Los Berrios, Los Iluminatis, Los Vatos Locos, La Mafia, La Rumba y el Combo que no se Deja.

En sentido contrario a lo que nos muestran las estadísticas de las fuerzas de seguridad y de investigación, en el plano de la realidad las redes del hampa siguen dando golpes duros.

Los sicarios, los extorsionadores, las maras y las pandillas continúan sembrando el terror entre vastos sectores de hondureños que tienen la percepción de que el estado de excepción que está vigente no ha tenido efecto; no ha hecho retroceder al hampa.

Los esfuerzos para enfrentar la inseguridad todavía son muy tibios e insuficientes para detener la criminalidad en sus diversas y más crudas expresiones.

Y es que no es fácil destruir a un monstruo que hizo metástasis en la sociedad hondureña. La lucha contra la criminalidad debe de librarse bajo las líneas de constancia y de un replanteamiento de las estrategias de seguridad.

Esto va de la mano con los objetivos de consolidar el saneamiento de la Policía Nacional, entrar de lleno en la certificación de los jueces y fiscales y sortear las debilidades de nuestro aparato de investigación e inteligencia.

Ecuador está bajo ataque por parte de las bandas de criminales. No está de más que las autoridades de Honduras tomen lecciones de estos escenarios para formar un cuerpo común dirigido a combatir a los forajidos organizados, atajar sus dentelleadas, desmantelar sus estructuras y detener el derramamiento de sangre que estos grupos generan.

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