Los distintos actores económicos del país no alcanzan todavía a comprender por qué la demanda de la moneda extranjera no es cubierta en su totalidad.

Si hay suficiente existencia de dólares, ¿Por qué hay una brecha entre las peticiones y el otorgamiento de la divisa en el presente período, dominado por una importante derrama económica y un significativo incremento en las gestiones de compra-venta de bienes y servicios?

¿Qué razones han impedido que las autoridades actúen prontamente para corregir el desbalance que se presenta entre la entrada, la salida y la disponibilidad de dólares en nuestro país, esencialmente importador y, por lo tanto, dependiente del flujo constante del billete verde?

Los diferentes sectores demandantes deberían de tener garantizada la provisión monetaria que necesitan para realizar sus transacciones. No tendrían por qué enfrentar dificultades para llevar a término sus compromisos programados y eventuales.

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Hay un inusual requerimiento de divisas que la institución encargada de establecer la política monetaria y cambiaria del país no ha sido capaz de enfrentar con solvencia y con oportunidad.

Se estima que, hasta la semana pasada, los ingresos de dólares sumaban 16,000 millones, contra los egresos que llegaron a 17,000 millones; es decir, una diferencia de mil millones de dólares.

La gran interrogante que el Banco Central de Honduras debe de responder con argumentos puntuales, precisos y claros, no con medias tintas, es por qué se acentuó el problema de la restringida disponibilidad de dólares.

No hay que descartar que el mercado sea sacudido por muchos sismos referidos a que la inversión sea ahuyentada, que las reservas internacionales disminuyan aún más, que el lempira se deslice y que aumente la presión inflacionaria, todo lo cual se volcaría en mayor pobreza y miseria de la población.

La insuficiente disponibilidad la divisa estadounidense en el mercado interno o, al menos, su lento procesamiento para su entrega, no debe ser tomada como algo circunstancial o como una especulación de insignificantes efectos.

En ninguno de los otros países del área se presenta semejante atrofia en la oferta de dólares, un fenómeno que hay que resolver mediante una línea de intervención consensuada entre el Banco Central, la Asociación de Bancos y Seguros y el sistema financiero privado.

Lo menos malo de todo esto es que no tenemos una escasez de dólares; sin embargo, no hay que tomar esta condición como un atenuante absoluto.

Las dificultades para conseguir la divisa estadounidense en el mercado es un signo de que la política cambiaria y monetaria no es bien conducida, sino que está muy expuesta a especulaciones que pueden traer efectos severos.

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