Si hay algo que estamos pagando caro, porque lo estamos pagando caro,  es lo que le hemos hecho a los estudiantes hondureños, víctimas de una histórica y grosera conspiración, tolerada desde la institucionalidad misma,  a la que poco le importó la suerte y futuro de miles de educandos.

Y es que en el sistema educativo  nada ha estado a favor de los alumnos matriculados en la escuela pública. Como sociedad no pudimos empoderar el deber constitucional del estado hondureño de una educación como oportunidad de vida, como catalizador de desarrollo y paz social.

La educación como el fundamento en el que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos.

No supimos con sociedad comprender ni procesar la sabia premisa del prócer  José Cecilio del Valle de que la educación es la primera necesidad de un país.

Lo que tenemos entonces es un sistema educativo público excluyente, infraestructuralmente derruido,  atrasado y pobremente promotor de bienestar y autoestima en el aula.

Por eso es que nos quedamos a la cola en América Latina y el Caribe; con el segundo peor rendimiento académico en el continente, mientras los demás países, con todos y sus problemas internos, institucionalizaban una visión hacia una matriz de políticas educativas con plazos, logros y resultados verificables.

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Nos quedamos entonces hablando de proyectos, pura teoría, soñando con un replanteamiento sustantivo de nuestra educación, gestionando nada más la eterna crisis del sistema.

Bueno, ustedes han de recordar el triste reconocimiento de un ministro cuyo papel, deploraba, era nada más el de ser mero pagador de las planillas docentes. es decir, firmar nada más los cheques de pago de profesores,  y también, de dirigentes y colegios magisteriales.

 ¿Qué fue lo que se dejó de hacer para hoy tengamos uno de cada cuatro niños recibiendo clases en el suelo, o para que en el 2022 hayan más de cuatro mil 500 centros educativos unidocentes?

¿Por qué no se le pudo generar al estudiante una perspectiva de desarrollo y riqueza a mediano y largo plazo?

 Académicos y pedagogos hace mucho tiempo atrás demostraron que quien no va a la escuela, o el alumno que sólo recibe la mínima escolaridad, tiene menos  oportunidades de bienestar.

¿En qué momento de nuestra historia, el estado como tal, y los gobiernos de turno, se terminaron convirtiendo más bien en especies de verdugos del sistema de educación formal?

¡Y mientras no tenemos la respuesta, lo que sí es claro que la responsabilidad del estado es y será siempre, promover la inclusión y proteger la calidad y equidad de la educación, para favorecer la igualdad de oportunidades que todos y todas tenemos en Honduras!