La politización es un cáncer que consume nuestro país. Es un mal que le abre las puertas a la intensa actividad proselitista e impide responder las demandas populares que son muchas.

Mientras nuestros líderes caen en mayor descrédito, menor es la eficiencia del Gobierno y más grande el fracaso de las políticas públicas, una realidad que se ve reflejada en el descontento de vastos sectores de la población que salen a las calles en reclamo de sus derechos más elementales.

El recuento de los organismos de la sociedad civil pone al descubierto que, en lo que ha transcurrido de la actual administración, han tenido lugar no menos de 60 manifestaciones de inconformidad mensuales, que luego se convierten en 900 reclamos y acciones de presión al término de cada año.

Sólo esta semana, los pacientes renales se desplazaron a la carretera CA-5 para protestar por el servicio de diálisis que reciben; los alumnos y padres de familia de un centro básico de El Hatillo salieron a reclamar la asignación de docentes; aparte, pobladores de Lepaterique, Francisco Morazán, exigieron la pavimentación de las carreteras de acceso.

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Ayer, pobladores de una comunidad de San Pedro Sula, Cortés, amenazaron con levantarse en protesta porque las autoridades los han dejado al margen de las obras de desarrollo.

El clamor de la población tiene un punto en coincidencia: la falta de acceso a una educación de calidad y a servicios dignos de salud, un errático planteamiento contra la inseguridad y el abandono de las obras de infraestructura en las que se apoya el aparato productivo.

En esencia, el populismo, el juego de las ideologías y la corrupción son los males que han impedido la atención legítima de las grandes demandas de nuestra población.

La deshonestidad, la opacidad y la falta de rendición de cuentas son prácticas que ocasionan a Honduras la pérdida de 96,000 millones de lempiras al año. ¿Cómo, entonces, vamos a salir de la pobreza y de la miseria?

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Desde el poder, la inconformidad popular es interpretada de una manera muy “sui géneris”. La misma presidente, Xiomara Castro, ha declarado recientemente que los hondureños salen libremente a plantear sus demandas, porque “hemos transitado de una dictadura a una democracia”.

En el pasado reciente, los gobernantes de turno concentraron el poder y desoyeron la voz de las mayorías que rechazaron la sustitución de la democracia por el absolutismo y que condenaron la expansión de las prácticas corruptas.

No ha habido un giro sustancial en la administración del Estado. Lo que advertimos en el presente es una desbordada actividad proselitista que se ha gestado en el seno del propio partido en el poder, una caótica actividad legislativa, una abierta intromisión en el Poder Judicial y un vacío en la proposición de políticas y en el planteamiento de respuestas a las grandes demandas del pueblo.

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