Ocurre que los pobres -que no pueden ser olvidados, porque son muchos- son utilizados como bandera por los aspirantes a cargos de elección popular que siempre andan a la caza de votos entre los incautos que creen en sus “cuentos”. ¿Acaso no ha sido demagogia o populismo -lo es también en la actual campaña- que los aspirantes a presidentes, diputados o alcaldes se comprometan a atender a los más desvalidos? La falsedad de los políticos esta plasmada en los registros de cuatro décadas. En este largo período, el retraso económico y social se ha acentuado en lugar de mostrar un mejoramiento. ¡Es vergonzoso! Los resultados de los estudios realizados por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras arrojan que el 45 por ciento de la población ha pasado de tomar tres tiempos de comida al día, a solamente dos. Se proyecta que, al cierre de la primera mitad de este año, la población en inseguridad alimentaria se incrementará desde un millón 900,000 a dos millones 200,000 hondureños, un alza de 300,000 personas. Obviamente, el Gobierno de Libre no le da crédito a estas investigaciones que retratan de manera cruda cómo nuestra economía pierde productividad y cómo nuestra gente tiene menos acceso a la comida. Las principales figuras de la administración que se ha dado en llamar “poder popular” o “fuerza refundacional del socialismo democrático” se ufanan de haber reducido la pobreza de 74 a 62 por ciento. Los precandidatos que corren por alrededor de 3,000 puestos en distintos niveles del aparato estatal, hacen alarde de su compromiso de luchar por la reducción por la pobreza; sin embargo, ninguno de ellos explica cómo van a revertir ese problema estructural y propio del rezago de Honduras. Justo para 2025 se tiene previsto un monto de más de 97,000 millones de lempiras para la inversión pública y social, más 12,000 millones de la partida confidencial, cuyo destino está en dudas si no serán utilizados para repartirlos en la “captura” de los sufragios a favor de Libre. Dos mil veinticinco es un año electoral y proselitista, plagado de discursos motivados por el revanchismo y, por encima de todo, preñados de mentiras; total, para los políticos el fin justifica los medios. La política se ha degradado a su expresión de demagogia en nuestro país, aun en tiempos de carencias económicas, de mayor inequidad social y de debilidad institucional. ¿Qué debemos esperar, entonces? ¿Qué lectura hay que dar a las ejecutorias del Gobierno y a las promesas de los aspirantes a presidente, diputados y alcaldes para aliviar la pobreza? ¿Pura demagogia y populismo? ¿Y los hondureños que ya no tienen acceso a los tres tiempos de comida?