Las desgracias de la educación hondureña la conocemos con profundidad. Es una problemática que ha sido analizada con vastedad, y sus principales indicadores plasmados en volúmenes enteros de informes especializados.

Abundan los estudios que contienen las materias en las cuales la enseñanza pública está reprobada y aquellas otras que muestran ciertos avances regulares.

En HRN, La Voz de Honduras, hemos mantenido la educación como uno de nuestros ejes de la agenda de información, análisis y opinión editorial, porque tenemos la convicción de que es la piedra angular de la formación de nuestra gente para el progreso del país.

Por esta razón, consideramos un infortunio que en el pasado reciente y que, en la actualidad, nuestras autoridades hayan caído en la obcecación cuando se trata de hacer un diagnóstico objetivo de los males de la educación y de plantear un abordaje acertado, a la medida de su complejidad.

Todos ellos reaccionan con una incomprensible molestia cuando son contrastados los datos interpretados a su manera y que retratan crudamente nuestro rezago en el desarrollo de conocimiento en las aulas de clases.

Los burócratas que ahora dirigen la Secretaría de Educación y el bando de dirigentes magisteriales que les hacen coro, interpretan que los documentos que desmenuzan las falencias del sistema educativo son una campaña de desprestigio y un ataque a la escuela pública. ¡Nada más equivocado, porque los datos sólo cuantifican los puntos en los que cae nuestra enseñanza-aprendizaje!

Un reciente estudio de la Asociación para una Sociedad más Justa arroja que, en lo que ha transcurrido del período lectivo, se ha perdido un mes de clases, en proporción a un día por cada semana del calendario escolar.

El informe también deja al descubierto que ocho de cada diez centros educativos están destruidos o tienen una infraestructura bastante dañada y que 750,000 hondureños son analfabetos.

Otras mediciones elaboradas por académicos concluyen que 4,500 instituciones son uni-docentes, además de que cada año Honduras pierde el dos por ciento y hasta el cinco por ciento de la matrícula escolar, un promedio de 50 mil niños y jóvenes.

En vez de permanecer enfrascados en cómo desestimar los informes de organismos de la sociedad civil y en lugar de sobredimensionar los resultados de su gestión, los funcionarios de turno deberían de emprender una cruzada para recuperar a todos los menores que se han ido del sistema, revisar el currículo, mejorar la formación docente, elevar la calidad educativa y generar conocimiento, la única vía para avanzar hacia el progreso de Honduras.

Hay que hacer un alto para corregir el rumbo de nuestro rezagado sistema de enseñanza público, afectado por brotes de ingobernabilidad y por un acento ideológico de la llamada “refundación de Honduras”.

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