Los organismos externos y los países cooperantes no están dispuestos a desembolsar fondos para el propósito de la reconstrucción y transformación de Honduras, si no existe un compromiso serio de su adecuado manejo.

Éste es el mensaje claro que se desprende de una iniciativa del gobierno estadounidense conocida como la “Lista Engel” que incluirá los nombres de los funcionarios involucrados en hechos deshonestos y en actos que socavan la institucionalidad de los países del Triángulo Norte, integrado por Honduras, Guatemala y El Salvador.

Por demás está decir que Estados Unidos busca ejercer más controles sobre los recursos que son aprobados en asistencia para estas naciones, en especial para Honduras, donde los índices de corrupción son muy altos.

En este punto coinciden plenamente los personeros de las instituciones externas, en cuanto a que nuestro país tendrá que adherirse a las reglas mínimas de las cuentas cabales, los balances honestos y el adecentamiento de la función pública.

En lo que toca a la depuración de la administración gubernamental y a los esfuerzos para combatir las acciones que debilitan los cimientos de nuestra democracia, tenemos una gran deuda.

En los últimos añosHonduras retrocedió unos 20 puntos en la escala de la transparencia, lo que plasma -por sí solo- cómo impera la podredumbre en la utilización de recursos del Estado yla impudicia en la administración de la cosa pública.

Es una absoluta muestra de abyección que en Honduras primen la voluntad infame, las negociaciones sucias y el tráfico de influencias de los corruptos, por encima de las leyes y de la impartición de justicia.

Por causa de las redes formadas por los inmorales, nuestro país pierde entre 50 mil millones y 65 mil millones de lempiras anuales que quedan en los bolsillos de los “delincuentes de cuello blanco” y de sus inicuos socios.

La corrupción es la raíz de todos los males de nuestro país: La erosión de nuestra institucionalidad, la pobreza, el derrumbe económico, la inequidad social y el descrédito político, además del divorcio de nuestras autoridades con su misión y compromiso con la población hondureña.

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En vez de robustecer nuestras dependencias, alinear nuestro proyecto de nación con una visión de país, promover la transparencia, impulsar la auditoría social, impartir la justicia recta y pronta y generar legítimos liderazgos políticos, lo que se ha avivado en Honduras son losnidos de la podredumbre.

La iniciativa a la que se ha dado vida en Estados Unidos, con el fin de rastrear el buen destino de los fondos de cooperación para los objetivos de reconstrucción, es una oportunidad para nuestra Honduras.

Debemos esperar que tengan un efecto punzante y ejemplar, tanto la advertencia de nuestro principal socio del norte de incluir en una lista a los corruptos y de buscar castigo para sus ejecutorias, como la presión de los entes externos para que se garantice una gestión limpia de los recursos que lleguen, dirigidos a rehabilitar toda nuestra estructura económica, política y social, disminuida y desgastada por la pandemia y por los eventos climáticos.

Es una vileza seguir protegiendo a los corruptos en todos los niveles en que éstos proliferan, ya sea en la cúspide o en los mandos intermedios o bajos; en condición de actores intelectuales o en calidad de brazos ejecutores en los turbios negocios que han florecido al calor de las emergencias que nos abaten.

Los hondureños demandamos que se nos presenten cuentas limpias para saber cómo es utilizado el dinero orientado a la atención de las necesidades más caras de la población. 

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