El ambiente político convulsiona. La actividad proselitista ha entrado en ebullición y los juegos que tienen lugar en los Poderes del Estado amenazan nuestra democracia.

La actividad política que se ha desencadenado de manera prematura y los deshonestos arreglos que se tejen en distintos niveles de poder, ponen sobre cimiento frágil nuestro Estado de Derecho.

En un escenario escabroso como el que hemos referido, toman fuerza las advertencias de que los hondureños nos acercamos o ya estamos sobre una dictadura a semejanza de los regímenes que imperan en Venezuela, Nicaragua y Cuba.

Son naciones que han terminado sometidas a los códigos de líderes o caudillos que han llegado con la falsa declaración de ser defensores de los intereses de las masas, pero que –en realidad- persiguen el ambicioso propósito de perpetuarse en el poder, a costa de empobrecer y polarizar a la población.

Irónicamente, nuestros gobernantes de turno insisten en que Honduras debe andar por el camino de esos países donde se ha proclamado el socialismo como la máxima expresión del poder popular.

Contradictoriamente, en esos reductos donde es exaltado el comunismo como la clave para el progreso de los pueblos, la democracia no existe, languideció o fue llevada a sus niveles deformados de populismo y de demagogia.

En Venezuela, Nicaragua y Cuba, la voz del pueblo es censurada; las libertades de expresión y de pensamiento son violentadas; el principio del reclamo legítimo está prohibido; y el derecho a disentir es tipificado como “traición a la patria”.

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Debemos estar atentos a las amenazas que se ciernen sobre nuestra democracia. Porque los hondureños somos un pueblo que no hemos claudicado en la lucha por el orden constitucional, la defensa del Estado de Derecho, la gobernabilidad y la alternabilidad legítima en el ejercicio del poder.

Ni antes ni ahora ha sido conveniente para nuestro país la implantación de ideologías extrañas, que son pregonadas en nombre del poder popular; tampoco las maniobras encaminadas a la instauración de dictaduras en aquellos países que forman el “eje de izquierda”.

En nuestra Honduras, envuelta en una crisis múltiple, los líderes de sectores anarquistas están determinados a conducirnos hacia modelos antidemocráticos y violatorios de la Constitución y las Leyes para implantar un régimen dictatorial.

Nos encontramos en un punto de inflexión para la defensa del derecho de los sectores mayoritarios a participar en la vida político-institucional de nuestro país, a ser escuchados, a discrepar y a debatir los temas que son cruciales para nuestro destino.

La democracia está de nuevo bajo ataque de “líderes díscolos” que pretenden “aniquilar” a la oposición para convertir a Honduras en una dictadura.

Que no se repita el golpe de Estado que sufrió nuestra institucionalidad en 2009, ni la crisis que se desprendió del proceso de reelección presidencial en 2014. Que prevalezca la democracia.

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