Las ejecutorias que están relacionadas con la gestión de la pandemia y el manejo de una economía en crisis siguen siendo una materia en la que Honduras obtiene las peores calificaciones.

Hemos apuntado desde hace más de un año, cuando la peste se implantó en nuestro país, que nuestras autoridades han ido de tropiezo en bandazo en la intención de dar respuesta a la emergencia.

Con notable incompetencia y desacierto se ha actuado desde la Administración Central en lo que concierne al funcionamiento de los hospitales, de los centros de triaje y de las salas de estabilización, así como el aprovisionamiento de los insumos y materiales y contratación de personal especializado.

Ni las autoridades de la Secretaría de Salud ni la superioridad del Sistema Nacional de Gestión de Riesgos nos han ofrecido justificaciones creíbles sobre el porqué se ha deteriorado toda la red de hospitales y de unidades de tamizaje, ni los motivos por los cuales, en lugar de abrir más centros de triaje, hay un cierre en cadena de los mismos.

Muy deficiente ha sido el planteamiento para obtener un balance entre la economía y la urgencia epidemiológica. Porque, en vez de avanzar en dicho cometido, lo que tenemos es una regresión que nos coloca como un país conde se le ha hecho un pésimo frente a los tiempos de tribulación.

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No se le ha dado pensamiento a lo que constituye una prioridad: Darle soporte a una ofensiva integral que haga posible impulsar la competitividad y la reactivación del aparato productivo.

Lo que se ha revivido es el fantasma del confinamiento que nos ha ocasionado más perjuicios que resultados afirmativos: Una economía en estertores, las empresas en profundo desequilibrio financiero y la mayoría de la población hundida en las mayores adversidades sociales.

Lo cierto es que, en tanto no se definan medidas coherentes dirigidas a encontrar esa correspondencia entre la reanimación de la economía y la orientación de la plaga covid-19, la situación del país irá para desventura.

Los pronósticos señalan que no será hasta en 2024 que la economía nacional comience a mostrar una rehabilitación; sin embargo, ello se concretará solo si Honduras logra un moderado control de la pandemia que -a su vez- está dado por la inmunización masiva.

Y el gran talón de Aquiles es justamente el fracaso de las autoridades del país en todo el proceso que implica la inoculación de la población contra el covid-19.

Honduras apenas roza las 58,000 dosis aplicadas, mientras Guatemala alcanza las 162,000 y El Salvador ha completado más de 638,000 inoculaciones.

Nicaragua, de su lado, registra una cobertura de un poco más de 62,000 dosis de la fórmula contra el nuevo virus; Costa Rica ha avanzado hasta muy cerca de las 700,000 aplicaciones y Panamá se aproximaba hasta hace dos días a los 600,000 compuestos suministrados.

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Honduras está ubicado en los últimos puestos en toda la región centroamericana en cuanto a la compra de las vacunas contra el covid-19 y es el que tiene el menor porcentaje de su población protegida, el 0.01 por ciento.

¿Han entendido quienes están a cargo de la emergencia sanitaria que el país se tambalea al filo de la navaja? ¿Hay una decisión firme de la Administración Central de mantenerse a la zaga y en el letargo en la gestión de la contingencia? ¿Debemos esperar que cada fase de la crisis sea respondida a “ensayo y error”?

Si es así, no queda mucho por hacer. ¡Aguardemos por que haya una rectificación de los yerros cometidos hasta ahora! De lo contrario, Honduras seguirá al garete, en espera del peor escenario donde la economía agoniza y la peste extiende sus mortales ramificaciones.

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