La controversia alrededor de aeropuerto capitalino ya lleva muchos años; sin embargo, nunca hemos podido aterrizar en un análisis que tome en cuenta todas las fortalezas y oportunidades que ofrece la terminal, en contraste con sus riesgos y amenazas.

La pelea entre quienes propugnan por la operación de Toncontín para vuelos domésticos e internacionales y aquéllos que han presionado para que sea cerrado o disminuida su categoría, se ha librado más al influjo de sectores que han ido en busca de ventajas para ellos, no siempre legítimas.

Estamos entendidos en que el viejo aeropuerto capitalino dejará de ser el centro de despegue y de aterrizaje de vuelos internacionales. Lo que hay que debatir con pensamiento claro y profundo es qué destino debe ser delimitado para Toncontín.

También conocemos que la concesión de la estructura no ha sido transparente. Nos ha dejado clavada la espina de la desconfianza que se haya cedido la operación de aeropuerto Toncontín al mismo consorcio favorecido con el manejo de Palmerola sin haber sometido el proceso a una debida licitación.

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Más allá de estas consideraciones, lo que no es negociable, ni admisible, ni equitativo, es que el aeropuerto de los capitalinos sea descendido a la mínima categoría y, con ello, sobrevenga el derrumbe de la economía, la industria y el turismo de Tegucigalpa.

Porque, al mismo tiempo en que el itinerario de vuelos internacionales es trasladado a Palmerola, lo conveniente es que Toncontín sea el centro de despacho y recepción de las rutas, tanto domésticas como regionales.

En este cometido, el Gobierno Central debería de adoptar una línea de acción de subsidio para fortalecer la operatividad de la terminal capitalina que es un bien público.

De hecho, Palmerola ha sido concesionado bajo términos exageradamente beneficiosos para la firma a la que se ha entregado su operación, tales como la exoneración de impuestos, la ampliación de la participación del capital del Estado, la modificación de la tasa aeroportuaria y el no pago del canon por más de dos décadas. ¿Por qué No se puede dar paso a un esquema que potencie la terminal capitalina?

Mantener vivo Toncontín, es una obligación y un compromiso de las autoridades del país con la cabecera departamental de Francisco Morazán, que además es la capital del país.

El Distrito Central No puede quedar aislado, desconectado ni huérfano o desprovisto de las actividades que giran alrededor de Toncontín. En la defensa de los intereses de la capital, deben tomar participación todos los sectores, sin excepción alguna: Los pobladores, los empresarios, los industriales, los comerciantes, las organizaciones de la sociedad civil y los funcionarios del gobierno local.

Si no lo visualizamos en esa ruta, nos exponemos a fracasar en un nuevo intento por buscarle una respuesta al viejo dilema del Toncontìn y estaremos provocando la muerte de Tegucigalpa. 

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