Es mucho lo que Honduras se juega con su actualmente oneroso y burocrático Servicio Exterior. Y lo decimos así porque la diplomacia es el instrumento a través del cual el Estado de Honduras proyecta más allá de sus  fronteras y ante los ojos del mundo, los intereses nacionales, lo que somos como país, lo que la sociedad hondureña va a transmitirle a la comunidad internacional.

Por ello es que el Estado de Honduras se juega casi que todos los intereses nacionales con su Servicio Exterior. Llega a ser la primera línea en la defensa de la soberanía patria, además de promover no solamente los intereses nacionales, sino que hasta la mismísima idiosincrasia y valores que como sociedad debemos resguardar ante los ojos del mundo.

No es entonces poca cosa. Y por eso es que nos ocupa y nos preocupa este Servicio Exterior nuestro. En HRN somos unos convencidos que la diplomacia desempeña para el país un papel relevante ante la comunidad internacional y por ello es que durante toda esta semana y la anterior, lo hemos empoderado en la agenda de discusión y análisis, porque -insistimos-  el Servicio Exterior es el medio pues para que el país proyecte lo que es ante el concierto de naciones del mundo.

Y para que sea esa primera línea de defensa de la soberanía nacional y de promoción de los intereses nacionales sea operativa y eficiente, tendría que tener Honduras una diplomacia constituida por servidores de carrera, por agentes diplomáticos con el perfil y la formación para esos cargos.

Pero lamentablemente en Honduras -con las raras excepciones- lo que se ha consolidado alrededor de nuestro Servicio Exterior han sido hordas de recomendados de políticos, hijos de funcionarios de altos vuelos, endiosados y catrines  jovenzuelos de “emperejoyadas” familias de “alta alcurnia”, rebuscadores de vida fácil.

Esa ha sido la “madera de hacha” del Servicio Exterior de Honduras. Agentes diplomáticos que apenas llegan a balbucear alguna que otra palabra del idioma universal de Shakespeare. Hijos de papi y mami que aprovechan los cargos diplomáticos para coronar sus carreras universitarias y hasta sus maestrías en las ciudades sedes de las legaciones consulares hondureñas, muy lejos de los objetivos que constituyen la piedra angular de lo que es un Servicio Exterior como primera línea de defensa de la soberanía nacional y promoción de los intereses patrios ante los ojos del mundo.

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Ese es el Servicio Exterior que Honduras ha tenido y por el que el país ha quedado en más de alguna ocasión tan penosamente  avergonzado. Si sólo basta recordar el vergonzoso  episodio protagonizado por un diplomático hondureño que fue llevado a una comisaría policial en la madre patria España después de sustraer una cubertería de plata en una elegante recepción diplomática.

¿O el agente consular hondureño que se orinó al pie de las escalinatas del histórico Palacio Nacional de la Cultura de Guatemala?, ¿y los que aprovecharon esos puestos para hacer pingues negocios?

El país encara la urgente necesidad de renovar su imagen ante los ojos del mundo y esa renovación moral tiene que empezar por su Servicio Exterior.

No se puede soslayar que la imagen de Honduras se ha visto lacerada en las últimas décadas y tenemos que superar esa crisis moral, además de la económica, política y social. El Servicio Exterior no puede seguir siendo un botín para políticos, funcionarios e influyentes miembros de la sociedad hondureña. 

Honduras necesita revisarse en el concierto de naciones pero para redefinir incluso su imagen ante el mundo, tenemos primero que revisar y redefinir nuestro servicio exterior!