Nuestra democracia se debilita y pierde eficacia en tanto recibe un mayor peso de la ideología de izquierda o de posturas autoritarias.

Y, como es bien sabido, el absolutismo siempre resulta nefasto para la estabilidad y el fortalecimiento de nuestro Estado de Derecho compuesto por el poder, el territorio y la población.

Las evaluaciones de organismos especializados enclavan a Honduras entre los países donde impera un régimen híbrido que combina elementos democráticos y autoritarios.

¿Está el Gobierno de turno en ejercicio de una democracia popular, con instituciones políticas que maquillan la realidad de la dominación autoritaria? Los hechos hablan por sí mismos.

En el radar de la actual gestión está contemplada como una prioridad la convocatoria a una consulta popular con vistas a la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente; aparte de la retórica sobre la llamada “refundación de Honduras”.

Hay una inclinación a mantener vivo el choque entre “derecha e izquierda”. El Poder Popular nos guía a una ideología del socialismo democrático que no entendemos porque resulta confuso.

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Este tipo de contradicciones también se reflejan en nuestra política exterior. Por ejemplo, el Gobierno se ha negado a condenar la sangrienta invasión de Rusia a Ucrania que ha derivado en crímenes de guerra y en una violación a los derechos humanos a toda escala.

Honduras tampoco ha expresado su crítica a los regímenes de Nicaragua, Cuba, Venezuela, donde prevalecen el autoritarismo, la persecución, el irrespeto a los derechos del pueblo y la negación de los reclamos de las mayorías.

Pero Sí ha planteado su censura a políticas de países denominados de derecha, ha expuesto argumentos que han sido tomados como una intromisión en asuntos de otros países y buscado pugnas verbales con socios históricos y aliados naturales de Honduras.

¿Por qué Honduras no cuestiona los abusos cometidos por los gobiernos radicales de Cuba, Venezuela, Nicaragua y otras naciones del ala izquierdista latinoamericana?

Bien claro señala un informe reciente de The Economist que la democracia de nuestro país está en declive y en riesgo de transitar hacia un sistema de línea autocrática.

Estamos bajo una democracia debilitada y un Estado de Derecho que no está en camino de ser profundizado, sino más bien en la frontera de la inestabilidad.

¿Retrocede Honduras hacia el populismo, en lugar de avanzar hacia una democracia participativa? ¿Damos un paso atrás a un absolutismo, en vez de cortarle el paso a los caudillos y dejar que los demócratas tomen el poder en representación auténtica del pueblo?

No vamos a ningún lado si abrazamos ideologías decadentes. Es mejor que luchemos por la autonomía de los Poderes del Estado, los liderazgos legítimos y la formulación de un plan de nación que dé respuestas a las necesidades de las mayorías.

La democracia es bienestar común, justicia y progreso económico con equidad social; no es populismo, ni demagogia, tampoco autoritarismo.

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