No deberíamos los hondureños estar metidos en insulsas discusiones políticas, tanto porque nos encontramos en horas críticas de la pandemia covid, como porque los líderes de nuestro país tendrían que haber encauzado sus altos compromisos con el país.

Uno de los reproches que desde siempre se les ha hecho a éstos, es que no se han identificado con las demandas de bienestar de la población a quien deben su compromiso; antes bien, han estado obsesionados con satisfacer sus más bajos propósitos.

Y en la presente época de aprietos como producto de la pandemia, poco han hecho nuestros políticos para enmendar su comportamiento torcido, su discurso vacío y su distanciamiento de la verdad y de la honestidad.

Pensábamos que en los momentos de apremio que vivimos, nuestros dirigentes y líderes tomarían para sí el reto de adecentar la actividad política y plantear un proyecto de nación, de la mano de una visión de país.

No obstante, los políticos gobernantes y los que se encuentran del lado de la oposición nos han demostrado, una vez más, que son de la misma caterva señalada por el oportunismo y ambiciones desmedidas.

Quienes están enquistados en el poder tienen trazada su ruta para consolidarse en ese estadio y los que nominal o efectivamente contienden en la oposición están centrados en la edificación de una alianza que les conduzca a la reconquista de la administración del Estado.

Qué pena que los cinco meses que llevamos en una de las peores crisis de que tengamos memoria, no haya tenido impacto alguno en la conciencia de nuestra clase política.

Líderes de partidos en formación presionan por su inscripción y han puesto en descrédito a las autoridades del Consejo Nacional Electoral y del Registro Nacional de las Personas.

Para no perder la costumbre, los políticos alimentados al calor de incipientes estructuras partidarias están enmarañados entre ellos mismos y metidos en acusaciones con líderes de mayor arraigo dentro de la oposición.

Convergemos con el análisis de entendidos que observan que los políticos están derramando “puro combustible” en el escenario nacional y que el proceso comicial que culminará el año entrante con las justas primarias y generales está plagado de incertidumbre.

Los hondureños sufrimos en carne propia la acometida de la pandemia y lo que menos esperamos en que los políticos nos envuelvan en sus líos consuetudinarios y que nos pongan bajo sus juegos inapropiados.

Porque grande es la tribulación del pueblo hondureño impactado por la debacle de la economía, el menoscabo de las condiciones sociales y otros hechos desprendidos de la eventualidad epidemiológica.

La presente situación excepcional precisa de respuestas extraordinarias. Demandamos de los políticos un adecentamiento de su intervención en la vida nacional y un compromiso de trabajo a favor de la reconstrucción de Honduras.

Abogamos por que nuestros políticos, los que están en la cúpula de la gestión de la cosa pública y los que bregan en la oposición o quienes fuerzan para entrar en el juego de los nuevos partidos, se sometan a un proceso de limpieza e ingresen en la plataforma de las propuestas, de la pluralidad y de la democracia participativa.

El quehacer político no puede ni debe gravitar sobre los mismos vicios. Nos encontramos en un estado calamitoso, ante la cual nada más tiene validez la formulación de políticas públicas para la evolución de Honduras y no para los actos circenses de los políticos de toda ralea.

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