La gestión de un grupo de alcaldes hondureños que ha culminado con la donación de vacunas contra el covid-19 de parte del gobierno de El Salvador, ha levantado polvareda.

Cansados de la parsimonia con que es tratado el proceso de inmunización en nuestro país, los jefes edilicios de siete ciudades apelaron a la solidaridad del presidente Nayib Bukele, una súplica que tuvo sus frutos: Siete camiones trasladaron desde El Salvador 34,000 dosis de los biológicos contra el virus que fueron entregados ayer mismo.

Pero esta cruzada ha tenido sus consecuencias en Honduras, donde todo lo relacionado con la inoculación de la población contra el covid ha tomado un intenso cariz sectario.

Les ha llovido sobre mojado a los alcaldes que han sido señalados por segmentos afines al Gobierno de haberse prestado a intereses políticos. Los líderes de gobiernos locales se han enzarzado en penosas acusaciones recíprocas con el canciller Lisandro Rosales.

Como si no fuera suficiente, el propio mandatario, Juan Orlando Hernández, y la secretaria de Estado, Alba Consuelo Flores, junto con sus principales subalternos, han dedicado sus discursos y sus mensajes en redes sociales a restarle mérito a la asistencia prestada por la administración Bukele.

Y con ese espíritu controvertido es que altos cargos del Poder Ejecutivo de Honduras han aseverado "con desdén" que en el pasado inmediato nuestro país ofreció ayuda a El Salvador para responder a la pandemia y que, en correspondencia mutua, esa nación ha accedido a la solicitud de donación de inoculantes.

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Está claro el tinte político que ha tomado lo que atañe a las vacunas que han sido desarrolladas para proteger a la población de la agresividad del nuevo virus!

La sola mención del tema despierta la susceptibilidad y genera el malestar de los servidores públicos hondureños en sus diferentes escalas. Se niegan a aceptar que han conducido la crisis de salud por el camino de la improvisación, la lentitud y la negligencia.

Y es que nuestras autoridades no pueden reaccionar de otra manera ante semejantes acusaciones de incapacidad en cuanto a la contratación, entrega y aplicación de los biológicos, particularmente a los grupos más expuestos al contagio.

Es una bofetada que otros países como El Salvador Sí hayan podido gestionar con éxito la compra de las fórmulas para inmunizar a su población, mientras en Honduras apenas hemos recibido las dosis regaladas por Israel, el mecanismo Covax y por nuestros hermanos cuscatlecos, además de una mínima parte de las vacunas Sputnik que fueron adquiridas por el Gobierno.

Los hondureños hemos estado sumidos a las medias verdades que exponen nuestras autoridades en comparecencias públicas en las que suelen desbordarse en promesas sobre la gestión de vacunas de las diferentes farmacéuticas que han desarrollado sus fórmulas contra el nuevo virus.

Ni siquiera ha habido una programación eficiente de la dotación de los pocos biológicos con que cuenta Honduras; tampoco ha prevalecido la transparencia. Son abundantes las denuncias respecto a que personas privilegiadas han sido vacunadas, aun sin formar parte de los grupos prioritarios y vulnerables para ser protegidos contra el patógeno que provoca SarsCov2.

Son suficientes los traspiés que se han dado en lo que respecta al suministro de los fármacos para la inoculación masiva de los hondureños. Ojalá que, por fin, entiendan nuestros gobernantes que la vacunación es un asunto de vida y muerte que no debe colocarse bajo una visión de intolerancia, ni mucho menos ser politizado. 

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