Mientras solo 8 de cada 100 alumnos tienen un desempeño aceptable en matemática, un reciente estudio presentado por la Universidad Pedagógica Nacional, reveló que en el Departamento de Olancho, el 78 por ciento de los estudiantes, entre quinto y octavo grado, sólo estaba pensando en emigrar a los Estados Unidos de América.  

Mientras 52 de cada 100 estudiantes, también en la escuela pública, logran un desempeño más o menos aceptable, en español y otras materias, entre 60 mil y 70 mil jóvenes siguen abandonando cada año la educación formal en busca de las oportunidades que no encuentran en las aulas de clases.

En el año que se hizo el estudio, 35 de cada 100 estudiantes que se habían matriculado en la escuela pública, solo estaban esperando terminar las clases para irse “mojados” a los Estados Unidos.

Los indicadores de nuestra preocupante realidad educativa. La monumental tragedia académica que agrava las condiciones sociales y económicas, que le inculca el inalienable derecho a la niñez y juventud del país, a aspirar a mejores expectativas de bienestar y vida.

Una deshumanización social que sin duda sobrepasa las conspiraciones promovidas por un sistema que secuestró el derecho al que llaman, el “futuro de Honduras”, a una formación inclusiva, pertinente y equitativa.

 Como sociedad, hemos prácticamente perdido de vista el enunciado de bienestar común y colectivo, de que el futuro de esta nación estará supeditado y determinado por la calidad de su educación y la extensión de su sistema educativo.

Nos hemos olvidado de que el crecimiento económico y el fortalecimiento del empleo es el resultado de un capital humano calificado y formado bajo los parámetros de una educación con calidad.

El fracaso, sobre todo, de la institucionalidad gobernante de turno, que no pudo generarles esperanza a los jóvenes aquí, que “planchó” en garantizarle condiciones y herramientas para qué a través de una educación formal y pertinente, pudieran alcanzar.

 Una institucionalidad que fracasó en garantizar el derecho constitucional a la educación, en la cobertura y acceso universal al conocimiento. En cada período escolar son más de 400 mil los niños y jóvenes que quedan fuera del sistema educativo público.

 Es la conspiración más grande contra la inclusión y equidad, pero más, contra el derecho a aspirar a mejores expectativas de bienestar y calidad de vida para todos y todas en este país.

La concepción de una sociedad democrática e inclusiva, respetuosa del ser humano, y, sobre todo, de la niñez y juventud, solo tomaría forma cuando no sean sólo 31 de cada 100 jóvenes, los que tengan la oportunidad de acceder a un centro educativo.

No vamos a ir a ningún lado si más del 60 por ciento de la población estudiantil, solo esté pensando en irse “mojados” a Estados Unidos.

Sin educación de calidad y con igualdad de oportunidades para todos los niños y jóvenes de Honduras, nuestro desarrollo económico y social seguirá siendo incierto, continuará estancándose. Es el conocimiento y la oportunidad que da la educación de calidad, lo que, probadamente, impulsa el progreso económico y el bienestar común y colectivo.