Ha llegado la hora definitiva de reorientar los fondos de la Tasa de Seguridad para los sectores prioritarios de educación y salud, que son los que figuran como los más anémicos frente a la crisis que cursamos y que, sin duda, requieren de una inyección de dinero fresco con amplio alcance en beneficio de la mayoría de la población afectada.

Desde su creación, hace unos ocho años, el llamado “Tasón” ha sido una especie de “caja de pandora”, una propuesta que –en la práctica- ha servido para que sus recursos sean utilizados de manera discrecional para objetivos puestos en tela de dudas.

Se constituyó en un instrumento para drenar un nada despreciable porcentaje de fondos de empresas diversas, instituciones bancarias y cooperativas, así como de amplios segmentos de la población que realiza transacciones financieras o que tiene aprobadas líneas de crédito en el sistema privado.

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El “Tasón”, como se le conoce al Fideicomiso de Fondo de Protección y Seguridad Poblacional, es nutrido básicamente por seis fuentes de ingresos con alrededor de tres mil millones de lempiras anuales, en promedio.

Los datos oficiales detallan que entre 2012 y octubre de 2020 la Tasa de Seguridad Poblacional ha recaudado más de 15 mil millones de lempiras aportados por los sectores financiero, minería y medio ambiente, cooperativo, telefonía móvil y comidas rápidas.

Es sintomático que la rendición de cuentas de todo ese dinero que –en términos reales- entra en “saco roto”, haya sido muy “sui géneris”. Ha existido un manejo desequilibrado, y una gestión casi en secreto. ¡Toda una sarta de condiciones favorables para el acostumbrado manoseo de los políticos y algunos actores lúgubres que suelen acompañarles en sus enviciados fines!

Nos induce a reflexión y nos genera muchas dudas que este fondo en fideicomiso siempre ha estado comprometido en un monto que jamás ha podido ser liberado. A septiembre del año pasado, el saldo pendiente con la banca privada rondaba los 4 mil millones de lempiras y en el presente período la cifra guarda un comportamiento similar.

Con oportunidad de la pandemia, la captación de dinero por parte del Tasón ha caído en alrededor de sesenta por ciento respecto a lo recibido el año pasado; consecuentemente, las transferencias a los sectores que combaten la inseguridad y la criminalidad han sido recortadas.

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Independientemente de tal coyuntura, es válido el planteamiento dirigido a que la mina de oro del “Tasón” deje de ser explotada para razones desviadas y que sus recursos comiencen a ser reorientados a la atención de las prioridades del país en las actuales circunstancias.

¿O acaso la salud y la educación no son necesidades de primerorden para nuestro pueblo?¿No es perentorio que los hondureños tengamos acceso a los servicios asistenciales y de enseñanza-aprendizaje que son esenciales, más todavía en la emergencia que vivimos?

Es tiempo de enrumbar las propuestas de solución a la crisis provocada por la pandemia; en este caso, reorientar los recursos de la Tasa de Seguridad hacia lo que es imprescindible, imperioso, necesario e inaplazable en la adversidad que nos impacta.