Un profundo mensaje tiene  la sentencia expresada recientemente por el cardenal Óscar Andrés Rodríguez: Quien no acuda a ejercer el voto en cumplimiento del deber ciudadano, comete "pecado de omisión".

La afirmación del máximo exponente de la Iglesia Católica lleva  implícita la necesidad de discernir sobre lo que ha sido nuestra historia político-institucional y de analizar las expectativas que tenemos de avanzar hacia un sistema de participación democrática.

Quienes  nos preciamos de  ser ciudadanos pensantes y conscientes de nuestros deberes de tales, no podemos pasar inadvertido que los comicios de noviembre son una oportunidad única para hacer valer nuestra decisión respecto al destino de este país.

Quizá es una ocasión irrepetible de manifestarnos en las urnas contra los "politiqueros", de pedir cuentas a quienes han pervertido el poder depositado por el pueblo, y de declarar nuestra condena a quienes han usufructuado los cargos para beneficio propio, en detrimento de las necesidades del pueblo.

La consulta que ha sido convocada para el domingo 28 de noviembre nos presenta una coyuntura histórica, porque está en juego  el destino de Honduras, un país en crisis de valores, con problemas económicos, con dificultades sociales y hundido en la turbulencia de la corrupción e impunidad.

Es un "pecado de omisión" guardar apatía ante nuestro deber de marcar el punto de inflexión entre la Honduras tambaleante de la fase previa a la pandemia, y el país fragmentado por la urgencia epidemiológica.

¿Vamos a seguir viviendo en un país, cuyo Estado de Derecho está en precario y donde la democracia ha entrado en declive? ¿Vamos a dejar que otros, la minoría, decida por nosotros el camino que necesitamos trazar para nuestro país?

Te podría interesar: Enseñanza en español y matemáticas ha caído en al menos 30% en pandemia; hondureños pobres, los más afectados

Es una obligación cívico-patriótica que salgamos en masa a los centros de votación para darle fuerza a la voz de las mayorías y revestir de legitimidad un proceso de consulta popular que ha estado amenazado por la gran mayoría de los actores políticos.

Nuestras instituciones partidarias y líderes políticos no han hecho mérito del mandato que les hemos delegado de buscar el bienestar común, construir el progreso económico, procurar la equidad y combatir los grandes males de la corrupción y la impunidad; esto es, darle esencia a la democracia.

En el actual proceso electoral, ha prevalecido un juego sucio de algunos grupos de políticos, aliados con otros sectores, que le apuestan a mantener la zozobra, la confrontación y los discursos de descalificación y llenos de odio, sin hacer a un lado las intenciones expresas e implícitas de contaminar los resultados de la contienda y de prostituir la elección de cargos.

Por encima de todo, somos los ciudadanos comprometidos, conscientes e informados, los que tenemos la misión de hacer que los resultados de las urnas sean la expresión fiel del poder popular.

La indiferencia a intervenir en la fiesta electoral y a reclamar que nuestro voto cuente, es un pecado de omisión que no debemos cometer en el actual momento crucial que vive Honduras.