Ésta es la conclusión a que podemos arribar después de darle una mirada a los datos en torno a la inversión, la generación de empleos, el endeudamiento, la emigración, la gobernabilidad y el Estado de Derecho.

La inversión se ha desplomado en 39 por ciento y, al término de 2023, cuando mucho alcanzaríamos la llegada de capital extranjero por el orden de entre 900 y mil millones de dólares.

Otra de las adversidades que nos asfixian y de las que no podemos salir con solvencia es el creciente endeudamiento que ya sobrepasa los 16,000 millones de dólares, cerca del 60 por ciento del Producto Interno Bruto.

La desesperanza se ha apoderado con fuerza de los hondureños que no encuentran un terreno fértil para desarrollar una vida digna, sino un conjunto de condiciones que nada más les permiten una angustiosa sobrevivencia.

Este drama lo reflejan las cifras: en la gestión de la presidente, Xiomara Castro, la emigración irregular se ha incrementado en 75 por ciento. En promedio, 1,200 nacionales se están yendo al norte diariamente.

Y es que, en los primeros meses de este año, se han perdido unos 30,000 empleos, un total contrasentido si se toma en consideración que deberían de ser creadas 250,000 plazas que es el número de hondureños que se añaden a la demanda laboral anualmente.

Sobre este terreno movedizo, Honduras ha entrado en una etapa crítica de ingobernabilidad, vulneración de la independencia de los Poderes del Estado y debilitamiento del Estado de Derecho.

Es válida y consecuente la pregunta que han planteado exfuncionarios de la administración Castro Zelaya, empresarios, académicos y politólogos y que también formulamos nosotros: ¿No es hora de revisar el estado de la nación y darle un cambio a la conducción de Honduras?

No es sólo que a los hondureños nos aprisione la pobreza, nos asfixie el desequilibrio fiscal y que nos ponga en la cuerda floja el giro ideológico hacia la izquierda que pregonan nuestras autoridades en su proclamación de la Honduras refundada.

El asunto de fondo es que estamos a la deriva en todos los órdenes y que no parece que nuestros gobernantes estén dispuestos a transigir, convocar a los sectores en la oposición, llamar a un diálogo nacional y recomponer las relaciones entre la democracia, el poder y la ciudadanía.

Los indicadores de las finanzas, del sistema educativo, de la red de salud y de las condiciones de vida de siete de cada diez hondureños en pobreza, retratan una Honduras que no está yendo hacia una economía en evolución, ni en dirección a la igualdad social, tampoco en el camino de la buena razón política.

Es obligatorio que nos pongamos de acuerdo, con miras a sellar un pacto social, económico y político. Porque vamos en retroceso sin vuelta de hoja.

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