Hay más de dos millones de hondureños sin trabajo, y en el último año, expulsados por la pobreza, la cuasi indigencia y la violencia, más de cien mil compatriotas se vieron prácticamente obligados a huir en busca de las oportunidades que ya no tenían aquí.

La caída de casi todos los indicadores económicos obligaron ya a las autoridades del Banco Central a modificar, obviamente a la baja, las proyecciones de crecimiento, mientras el sector empresarial asegura que si el gobierno no le pusiera tantas trabas a la inversión, o que tan siquiera dejara de molestarlos y de“satanizar” el capital, Honduras pudiera llegar a crecer en un siete por ciento anual y más.

Recién ayer Estados Unidos le mandaba tácitamente al gobierno de doña Xiomara un mensaje a través del liderazgo empresarial del país: "estamos listos para invertir en Honduras siempre y cuando hayan condiciones y garantías".

Pero, ¿está dispuesta ésta administración a bajar el tono de la desconfianza y recelo ideológico que le tienen al sector empresarial y a los dueños del capital?. ¿Serán capaces de apaciguar los caldeados ánimos de confrontación y de ambigüedad política que ha provocado el distanciamiento del gran aliado del Norte, mientras ensanchan relaciones diplomáticas e ideológicas con la China Comunista, antagonista natural de los Estados Unidos de América?.

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Ayer, trascendió una carta firmada por varios congresistas estadounidenses en la que dejan plasmadas sus preocupaciones por el riesgo de inestabilidad creciente que ellos están viendo en nuestro país y que sin duda alejará más del territorio nacional a los potenciales inversionistas americanos que pudiesen estar pensando en explorar las condiciones de Honduras para traer su capitales aquí.

En Honduras, cerca de tres millones de personas en edad de trabajar viven bajo el parámetro de inestabilidad laboral y más del 44 por ciento de la población económicamente activa no tiene un empleo.

Ocho de cada diez hondureños apenas subsisten en el sector informal, y esos datos alarmantes y dramáticos como para que el gobierno tenga claro cuáles son los urgentes y complejos asuntos con los que tiene, en el verdadero mundo real, que lidiar.

Honduras es hoy un hervidero de problemas que urgen soluciones y medidas. La falta de trabajo y las conspiraciones que desde el mismo gobierno se están atizando, contra el generador privado de empleo, el inversionista nacional y extranjero, el dueño del capital, han encendido la llama de una olla de presión a punto de estallar.

Han estado llevando al país a un serio problema, tanto económico como social, que provocará un tsunami de consecuencias impredecibles. Eliminaron la Ley de Empleo por Hora, ahora van de lleno con la Ley de Justicia Tributaria, mientras el año pasado, en su primer año de gestión, unos cien mil jóvenes más se sumaron a la población económicamente activa sin posibilidades de entrar al mercado laboral.

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Y si en el 2022 se perdieron unas 90 mil plazas de trabajo, este año la cosa no estará mejor, si no es que más bien se pierdan más fuentes de trabajo de las que se perdieron el año anterior. El Banco Central de hecho, ya modificó la proyección de crecimiento este año, fundamentado en las perspectivas negativas que casi todos los indicadores económicos proyectan.

Las exportaciones cayeron un cinco por ciento en el primer semestre del 2023 mientras la inversión extranjera directa siguió desplomándose en un 39 por ciento respecto al primer semestre del 2022.

¿Van a seguir entonces viendo hacia otro lado o entreteniendo a la gente con cuánto escándalo para desviar la atención, se sacan de la manga de la camisa?. Es la hora de ponerse serios.

El crecimiento económico del país y el bienestar de la población, tanto como su aspiración a una vida digna, de calidad, se simenta sobre la base de las políticas públicas y de estado, pero para que eso se vea en el campo de la realidad, hay que estar enfocados y claros en lo que se debe hacer.

Para los hondureños sus problemas son acuciantes y ya no pueden esperar.

Es la hora de actuar, trazar pero ya la hoja de ruta y definir una agenda clara y agresiva para revertir los indicadores y frenar la escalada de desempleo, migración y desesperanza que priva entre la población. Se trata de un asunto de supervivencia de la gente y de que nuestra clase política demuestre que sirve para algo.

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