Ni se crearon los casi 15 mil nuevos empleos que proyectaron generar desde el Ejecutivo, y en lugar de aumentar, tal como también se había proyectado, la Inversión Extranjera Directa más bien cayó un 39.2 por ciento en el primer semestre del año.

La endémica y triste realidad de país, mientras la clase política sigue enredada en asuntos que solo responden a su cartera de intereses partidistas y particulares, en detrimento de una agenda nacional en la que debería estar de por medio las condiciones de millones de hondureños que a falta de oportunidades, se tienen que ir del país con el único objetivo de mejorar su estilo y calidad de vida.

La falta de trabajo golpea a unos tres millones, 300 mil hondureños mientras cerca de tres millones de personas en edad de trabajar viven bajo el parámetro de inestabilidad laboral. Más del 44 por ciento de la población económicamente activa no tiene un empleo y ocho de cada diez compatriotas apenas subsisten en el sector informal.

Pero ni en el Ejecutivo ni en el hemiciclo legislativo, en donde ahora se debaten a muerte los diputados por elegir a quien supuestamente les garantizaría desde el Ministerio Público sus todavía necesarias y urgentes cuotas de impunidad, esos asfixiantes números e indicadores parecen martillar a nadie.

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Se "volaron" la Ley de Empleo por Hora, dejaron en estado de indefensión a más de medio millón de trabajadores del sector privado con la derogación de la Ley Marco de Protección Social, mientras siguen empecinados en imponer una nueva ley tributaria que supondría el tiro de gracia para centenares de empresas y medianos y pequeños emprendimientos, tal cual tsunami de monumentales consecuencias laborales.

Sólo este año, la Cámara de Turismo reportó el despido de unos cinco mil jóvenes que laboraban en la industria sin chimenea, parte del ejército de cien mil jóvenes que cada año se venían incorporando a la población económicamente activa, y que tuvieron que ser "echados a la calle".

Una auténtica y peligrosa olla de presión en la que se ha convertido el desempleo masivo en Honduras. El 2023 ha terminado siendo entonces uno de los peores años para ese 40 por ciento de jóvenes que siguen desempleados y sin esperanza de encontrar ya a esta altura, un empleo.

Si el año pasado se perdieron entre 88 mil y 90 mil plazas de trabajo, con el nuevo entramado tributario, la liquidación de la Ley Marco de Protección Social, la eliminación de la Ley de Empleo por Hora, los pronósticos de pérdida de empleos proyectados a comienzos del 2023, se han terminado de consolidar.

Las perspectivas de crecimiento económico que se tenían al inicio del año, resultaron en efecto, negativas, y los riesgos de conflictividad social, continuaron siendo latentes.

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La administración del país nunca terminó de entender que el desempleo detona una bomba de problemas, que impactan fuertemente el tejido económico y social de la sociedad, y no solamente a los que menos tienen.

No se han dado cuenta que lo que está en juego es la aspiración de bienestar y sobrevivencia de la población económicamente activa; los más necesitados de un trabajo y todos los que aspiran a una vida con calidad.

No han aprendido que el crecimiento económico del país se simenta sobre la base de políticas públicas y que el componente del empleo es toral para que la población enfrente con mejores armas, la pobreza. No es así nomás que Honduras ocupe la posición 82 de 146 países en donde las mujeres enfrentan las condiciones más desfavorables para acceder al mercado laboral.

La clase gobernante no ha advertido que la generación de empleo masivo, al amparo de una agenda clara y agresiva, es lo único que puede revertir los peores indicadores económicos.

Condenados estamos, entonces, que con abruptas y arbitrarias reformas tributarias y con legislaciones que más bien se convierten en conspiraciones, Honduras no crecerá ni se generan los trabajos que ayuden a reducir la pobreza y mejoren los ingresos de los hogares hondureños.

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