En las seis semanas más recientes, todas estas empresas iniciaron trámites para declararse en quiebra o cerraron operaciones. Se trata de los ejemplos más recientes en un periodo de fracasos de las empresas emergentes tecnológicas que, según los inversionistas, apenas empieza.

Después de recortar costos en un periodo de dos años para evitar un derrumbe masivo, muchas empresas tecnológicas que prometieron mucho en otra época ahora están a punto de quedarse sin tiempo y sin dinero. Enfrentan una dura realidad: a los inversionistas ya no les interesan las promesas. Más bien, las empresas de inversión en primeras fases ahora se concentran en decidir a qué empresas jóvenes vale la pena salvar y en instar a otras a cerrar o vender.

Esta situación ha encendido una impresionante hoguera de efectivo. En agosto, Hopin, empresa emergente que recaudó más de 1600 millones de dólares y cuya valuación llegó a ser de 7600 millones de dólares, vendió su negocio principal por solo 15 millones de dólares. El mes pasado, Zeus Living, empresa inmobiliaria que recibió 150 millones de dólares, anunció el cierre de sus operaciones.

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Plastiq, empresa emergente de tecnología financiera que recaudó 226 millones de dólares, se declaró en quiebra en mayo. En septiembre, la empresa de motocicletas ligeras Bird, que atrajo una inversión de 776 millones de dólares, dejó de cotizar en la Bolsa de Valores de Nueva York debido a que sus acciones tenían un precio demasiado bajo. Su capitalización de mercado de 7 millones de dólares está por debajo de los 22 millones que vale la mansión que su fundador, Travis VanderZanden, compró en Miami en 2021.

“Como industria, debemos prepararnos para enterarnos de muchos más fracasos”, afirmó Jenny Lefcourt, inversionista de Freestyle Capital. “Mientras más dinero hayan recibido antes de que terminara la fiesta, más larga será la resaca”.

Es difícil tener una idea clara de las dimensiones de las pérdidas, pues las empresas tecnológicas privadas no tienen la obligación de divulgar información cuando se van a pique o venden. Además, la difícil época que atraviesa la industria ha quedado enmascarada por una bonanza entre las empresas dedicadas a la inteligencia artificial, que ha captado la atención de los inversionistas y recibido financiación en el último año.

Pero lo cierto es que alrededor de 3200 empresas estadounidenses que recibieron capital de inversión han suspendido operaciones este año, según datos reunidos para The New York Times por PitchBook, que le da seguimiento al desempeño de las empresas emergentes. Esas empresas habían recaudado 27,200 millones de dólares en financiación privada. PitchBook señaló que los datos no son totales y probablemente reflejan una cantidad menor que el total, pues muchas empresas dejan de operar con gran discreción. Además, excluyen muchos de los colapsos de mayores dimensiones que se transformaron en empresas públicas, como WeWork, o encontraron compradores, como Hopin.

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Carta, empresa que les presta servicios financieros a muchas empresas emergentes de Silicon Valley, comentó que 87 de las empresas emergentes de su plataforma que recaudaron por lo menos 10 millones de dólares habían cerrado hasta octubre de este año, un número equivalente al doble del total para 2022.

Este año ha sido “el más difícil para las empresas emergentes por lo menos en una década”, escribió Peter Walker, director de análisis de datos de Carta, en LinkedIn.

Los inversionistas en primeras fases afirman que es normal que haya fracasos y que por cada empresa que deja de operar, alguna tiene un éxito abrumador como Facebook o Google. Pero en vista de que muchas empresas que llevan años con problemas ahora muestran señales de estar a punto de derrumbarse, los inversionistas esperan que haya pérdidas más drásticas debido a la cantidad de efectivo que se invirtió en la última década.

Entre 2012 y 2022, las inversiones en empresas emergentes privadas de Estados Unidos aumentaron por un factor tremendo de ocho y llegaron a 344 millones de dólares. El flujo de dinero se vio impulsado por las reducidas tasas de interés y las historias de éxito en las redes sociales y las aplicaciones móviles, lo que provocó que el sector de la inversión en primeras fases pasara de ser una industria financiera artesanal que básicamente operaba en una calle de un pueblo de Silicon Valley a convertirse en una clase de activo global formidable al nivel de los fondos de cobertura o la inversión en fases consolidadas.

En ese periodo, se puso de moda la inversión en primeras fases (hasta 7-Eleven y “Sesame Street” lanzaron fondos de inversión en primeras fases), y el número de empresas privadas “unicornio”, con un valor de por lo menos 1000 millones de dólares, se multiplicó de unas cuantas decenas a más de mil.

Por desgracia, las utilidades por publicidad que reciben a borbotones empresas como Facebook y Google no han fluido hacia la siguiente ola de empresas emergentes, que han experimentado con nuevos modelos de negocios como los trabajos por encargo, el metaverso, la micromovilidad y las criptomonedas.

Ahora, algunas empresas han decidido cerrar antes de quedarse sin dinero y devolverles a los inversionistas lo que queda. Otras se han quedado atrapadas en modo “zombi”: sobreviven, pero no pueden crecer.

Convoy, la empresa emergente de fletes que los inversionistas valuaron en 3.800 millones de dólares, se ha dedicado los últimos 18 meses a recortar sus costos, para lo cual despidió personal e hizo ajustes con el fin de adaptarse a las dificultades del mercado. Por desgracia, no fue suficiente.

Cuando los fondos de la empresa comenzaron a escasear este año, consiguió tres posibles compradores, pero los tres se echaron para atrás al final. Haber estado tan cerca, según dijo Dan Lewis, cofundador y director ejecutivo de Convoy, “fue de lo más difícil”. La empresa suspendió operaciones en octubre. En un memorando dirigido a los empleados, Lewis describió la situación como “la tormenta perfecta”.

Los inversionistas en primeras fases han empezado a instar a algunos fundadores a considerar retirarse de empresas casi perdidas, en vez de invertir años de sudor para intentar sobrevivir.

“Tal vez sea mejor aceptar la realidad y tirar la toalla”, escribió Elad Gil, inversionista en primeras fases, en un blog este año. No respondió a nuestra solicitud de comentarios.

Lefcourt de Freestyle Ventures comentó que, hasta ahora, dos de las empresas emergentes de su firma habían hecho precisamente eso; les devolvieron 50 centavos por dólar a sus inversionistas. “Intentamos hacerles ver a los fundadores que no les conviene llegar a una situación en que no sepan qué hacer”, explicó.

Pero hay un área que está prosperando: la de las empresas en el negocio del fracaso.

SimpleClosure, empresa emergente que ayuda a otras empresas emergentes a cerrar sus operaciones, apenas ha logrado cubrir la demanda desde que abrió en septiembre, indicó Dori Yona, su fundador. Sus servicios incluyen ayuda para preparar documentos legales y finiquitar obligaciones con inversionistas, proveedores, clientes y empleados.

Fue triste ver a tantas empresas emergentes dejar de operar, aseguró Yona, pero ayudar a los fundadores que atraviesan tiempos difíciles a cerrar esta etapa (literal y metafóricamente) es especial. Además, añadió, todo forma parte del ciclo de vida de Silicon Valley.

“Muchos de ellos ya están trabajando en el proyecto de su siguiente empresa”, puntualizó.

Después de recortar costos para salvarse del colapso, a muchas empresas tecnológicas jóvenes se les acaban las opciones, situación que ha encendido una hoguera de efectivo.

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