La magnitud que ha tomado el fenómeno de la deserción a causa de la pandemia y de otros problemas crónicos de la educación, no tiene precedentes y sólo se puede calificar como una calamidad.

Los trabajos realizados para cuantificar el desastre desembocan en un punto: Al menos medio millón de alumnos de diferentes niveles abandonaron los estudios.

Quedaron relegados, porque el esquema de clases virtuales les obligaba a contar con una computadora o aparatos de teoría celular para conectarse a la plataformas virtuales.

Otra de las causas que llevaron a los alumnos a abandonar el período lectivo fue la condición de alta vulnerabilidad en que cayeron a resultas de la urgencia sanitaria.

Informes de la Universidad Nacional dan cuenta que la falta de esfuerzos por parte de los entes gubernamentales forzó a los niños y a los jóvenes a desconectarse de sus estudios, ya que no tomaron en cuenta las fragilidad de las familias reflejadas en los escasos ingresos, el desempleo y la pobreza.

Un documento del Foro Social de la Deuda Externa (FOSDEH), sostiene que uno de los grandes problemas de la educación de Honduras ha sido el desaliento que persiste en la población. La cifra de matriculados entre 12 y 18 años no supera el 50 por ciento del grupo que debería de estar en un centro de enseñanza.

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Los menores que se van de las aulas y que, por tanto, quedan "a la deriva" se enrolan en el trabajo infantil o emigran al norte; otros, se integran en asociaciones criminales.

El porcentaje de matriculados va en descenso desde antes de la pandemia. Las mediciones realizadas por organismos de la sociedad civil lo demuestran. Para el caso, en 2015 llegó al 45 por ciento de la población en edad para asistir a la escuela.

En los años 2016 y 2017, este indicador se mantuvo en 46 por ciento. En 2018 bajó a 44 por ciento y en 2019 descendió hasta el 44 por ciento.

En el período 2015-2019, la matrícula vino hacia abajo. Ha ido desde un millón 232,000 hasta un millón 180,000 alumnos registrados por el sistema.

Y el grupo de los desertores ha crecido al pasar de 6,000 a casi 17,000 hasta 2019, de acuerdo con los reportes que incluyen los datos más moderados.

Para 2020, el indicador que se refiere a los niños y adolescentes que se fueron de las aulas, ascendió de manera alarmante  por el cierre de los centros de enseñanza y la puesta en funcionamiento del sistema virtual.

Hoy se cuentan no menos de dos millones de niños y jóvenes fuera del sistema. Están marginados sin recibir el conocimiento que es necesario para desarrollar competencias que les permita salir de la pobreza.  Los analistas lo resumen así: Ésta es la gran desgracia de Honduras, un país en rezago y sin educación.