En un lugar remoto del desierto de Arizona, cerca de una brecha que se abría en el muro fronterizo, decenas de migrantes se acurrucaban junto a unas hogueras de leña.

Tras huir de la guerra en Sudán, de bandas violentas en Centroamérica o de los cárteles mexicanos, todos habían cruzado de manera ilegal hacia Estados Unidos, caminaron a pie por terrenos accidentados durante horas y habían llegado a este punto exhaustos, hambrientos y con frío.

Querían entregarse a las autoridades para pedir asilo, pero se quedaron varados aquí, a kilómetros de la ciudad más cercana, Sásabe.

El martes por la noche, cuando descendieron las temperaturas, llegó un grupo de agentes de la Patrulla Fronteriza, metió a los hombres en una camioneta para procesarlos y se marchó a toda velocidad, en busca de más personas que necesitaban ser rescatadas.

“No estamos equipados para hacer frente a esto”, dijo Scott Carmon, comandante de guardia de la Patrulla Fronteriza, mientras revisaba el campamento. “Es un desastre humanitario”.

Esta es la crisis que se está experimentando en la frontera sur, cuando los encuentros con migrantes vuelven a alcanzar niveles históricos y ponen a prueba la capacidad de las fuerzas de seguridad estadounidenses para contener un aumento de cruces ilegales con repercusiones de gran envergadura para el gobierno de Biden.

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Todos los días llegan a la frontera miles de migrantes procedentes de los confines del planeta, desde África a Asia y Sudamérica, impulsados por la violencia implacable, la desesperación y la pobreza.

En mayo, el gobierno de Biden celebró el descenso fugaz de los cruces, incluso después de que se eliminaran las restricciones fronterizas pandémicas y mientras muchos temían que la frontera se desbordara. Pero las cifras han aumentado en los últimos meses, lo que ha generado críticas duras de los dos partidos políticos estadounidenses y temores al interior del gobierno por la posibilidad de que este tema afecte el futuro electoral de los demócratas.

La semana pasada, el número de detenciones llegó a más de 10.000, una cifra que puso a prueba los recursos de la Patrulla Fronteriza y desbordó a las pequeñas ciudades de ambos lados de la frontera, por donde los traficantes han canalizado a la gente para establecer nuevas rutas para eludir la captura por parte de las autoridades de EE. UU.

“En términos de flujo de migrantes por día, diciembre de 2023 es mayor que cualquier media que hayamos visto nunca”, dijo Adam Isacson, experto en migración de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos. “Todos los funcionarios que lo comentan, a todos los niveles, dicen que están cerca o más allá del límite”.

Mientras las autoridades estadounidenses seguían el trayecto de una caravana de más de 2000 migrantes que avanzaba hacia Estados Unidos a través del territorio mexicano, el secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, y otros altos funcionarios viajaron a México el miércoles para hablar sobre el repunte de la migración con el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Según los expertos, es poco probable que la caravana llegue a Estados Unidos, pero ha generado atención mediática sobre los migrantes que ya han cruzado la frontera de manera masiva.

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México ha cumplido de manera fiel las restricciones fronterizas de EE.UU., y ha detenido a un número récord de migrantes este año, como muestran las cifras del gobierno. Pero en diciembre, el Instituto Nacional de Migración, un organismo gubernamental, suspendió las deportaciones de migrantes del país por falta de recursos, según un funcionario del instituto que no estaba autorizado a hablar públicamente.

Los expertos y las autoridades aún están tratando de entender a qué se debe exactamente el reciente flujo migratorio.

Entre las principales teorías están: un mayor número de mexicanos que parecen estar huyendo de las luchas territoriales de los cárteles por todo el país; rumores sobre el fin de una vía legal clave que puede haber provocado la premura por cruzar, y traficantes que han hecho que personas desesperadas de todas las nacionalidades traten de cruzar por zonas cada vez más remotas de la frontera.

“Si te trasladas a un lugar remoto, no habrá muchos agentes trabajando y eso aumenta tus posibilidades de ser liberado en EE. UU.”, dijo Isacson. “No hay espacio para poner a la gente. No pueden retenerte”.

El martes, Izzeddin, un migrante sudanés de 32 años, se encontraba entre una decena de hombres de su país en aquel campamento de Arizona. Sorbía café azucarado que les dio una organización humanitaria, No Más Muertes, que ha ayudado a los migrantes con mantas, alimentos y llamadas al 911 para tratar lesiones potencialmente mortales.

“Venimos aquí porque necesitamos protección”, dijo Izzeddin, quien pidió que se le identificara solo por su nombre de pila, por temor a represalias contra su familia.

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Una cruenta guerra civil en Sudán ha expulsado a millones de personas de sus hogares, entre ellas, estos hombres, quienes dijeron que perdieron a miembros de su familia y dejaron a sus seres queridos en campos de refugiados para ir a Estados Unidos.

Izzeddin dijo que, en Sudán, vio “cómo mataban y violaban a la gente”. Él y sus acompañantes, dijo, esperaban una cosa: “Que la patrulla fronteriza venga a recogernos y nos otorgue protección”.

A menudo, los migrantes que llegan a Estados Unidos y solicitan asilo —protección frente a la persecución política o de otro tipo en su país de origen— no logran que sus solicitudes sean examinadas a su llegada. Debido a la capacidad limitada para detener a personas en la frontera, muchos son puestos en libertad con una cita para que un juez evalúe sus casos. El proceso puede durar años.

A principios de diciembre, las autoridades fronterizas cerraron un puerto de entrada clave para los cruces legales en Arizona y así centrarse en los cruces ilegales.

Carmon, comandante de guardia de la Patrulla Fronteriza, pidió más recursos. “Denos más ayuda, denos recursos de Agencia Federal para el Manejo de Emergencias”, dijo.

La semana pasada, trabajadores de No Más Muertes evacuaron a migrantes atrapados en un aguacero a unas instalaciones de la Patrulla Fronteriza cercanas, dijo una portavoz del grupo.

“Si tuviéramos una ciudad inundada y se tuviera que evacuar a la gente, enviarían camiones de la Guardia Nacional, esos grandes camiones de ganado, y meterían en ellos a nuestros ciudadanos”, dijo Carmon. “Por qué no están aquí ayudándonos a transportar a estas personas a un lugar seguro y cálido, no lo sé”.

Para Izzeddin, estar expuesto a los elementos en el desierto le parecía mucho más seguro que permanecer en Sudán.

“No importa si hace frío”, dijo. “Aquí hay paz”.

Hamed Aleaziz y Emiliano Rodríguez Mega colaboraron con reportería desde Ciudad de México.

Natalie Kitroeff es la jefa de la corresponsalía del Times para México, Centroamérica y el Caribe. Más de Natalie Kitroeff

Personas que fueron llevadas para su procesamiento por agentes de la Patrulla Fronteriza en Sásabe, Arizona, el martes. (Fred Ramos/The New York Times)

Mientras bajaban las temperaturas el martes por la noche, un grupo de agentes de la Patrulla Fronteriza arribó y metió a los hombres en una camioneta para procesarlos. (Fred Ramos/The New York Times)

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