Frente a atrocidades como las cometidas por la invasión de Rusia a Ucrania no caben posiciones ambivalentes, ni acciones tímidas o influenciadas.

Esto viene a mención por un hecho que deja en predicado la política exterior de nuestro país, definida ésta como el conjunto de decisiones y acciones públicas dirigidas hacia el campo internacional en virtud de los intereses de la nación.

Justo el jueves anterior, Honduras se abstuvo de votar en una reunión del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos que al final resolvió suspender a la Federación Rusa el estatus de observador ante el organismo regional.

El alto abstencionismo, porque fueron ocho las naciones que determinaron no pronunciarse -entre ellas Honduras- refleja la creciente influencia de Rusia y sus pretensiones de penetración política y económica en América Latina.

En el caso de Honduras, su voto no emitido sobre la iniciativa para desconocer a Rusia como observador permanente en el seno de la OEA, manifiesta -de alguna manera- que nuestra política exterior puede ser sensible a ideologías trasnochadas de izquierda y a tesis populistas que han demostrado ser "un engaño" para nuestros pueblos.

Es un riesgo que nos dejemos llevar por ciertas simpatías y arrastrar por las posturas de otros países donde predominan regímenes absolutistas, antidemocráticos y opresores.

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Ahí, en esas naciones donde se ha permitido la implantación de sistemas autoritarios, el pueblo vive en el más puro irrespeto de sus garantías humanas, sus condiciones sociales están en declive, el modelo político es propenso a los abusos de poder y la economía se encuentra en la línea del derrumbe.

Ésta y no otra, es la realidad de naciones latinoamericanas como Nicaragua y Venezuela, cuyas autoridades se apartaron de la democracia y, con ello, han rechazado la voluntad de las mayorías de buscar la justicia y el bienestar común para el desarrollo.

La decisión de Honduras de negarse a votar en contra de Rusia en la sesión del Consejo Permanente de la OEA, puede interpretarse en la dirección de que nuestra política exterior está expuesta al influjo de raras teorías ideologizadas o que se hace eco de intereses ajenos en el concierto internacional.

¿Cómo concebimos el compromiso capital del actual Gobierno, como es la refundación de Honduras, uno de los países más pobres del continente?

¿Visualizamos este proceso de transformación lejos de nuestro mayor socio,  Estados Unidos, o cerca de Venezuela, Nicaragua y de otros países apegados a ideologías de izquierda, pero divorciados de los derechos primordiales de nuestros pueblos?