La pandemia covid y los estragos causados por los fenómenos naturales han hecho que Honduras retroceda no menos de una década en la educación y que 2021 se presente como un año incierto en materia de enseñanza-aprendizaje.

De acuerdo con lo proyectado por las autoridades competentes de cara al nuevo período lectivo, la infraestructura y la conectividad son los dos ejes sobre los cuales se moverán las acciones educativas en 2021.

Unos mil millones de lempiras serían dirigidos para la ejecución de nuevos proyectos o la reconstrucción de los establecimientos que fueron destruidos por las tormentas tropicales; además, para la puesta en vigencia de las medidas de bioseguridad contra el covid.

Los funcionarios de la Secretaría de Educación han afirmado que tienen identificados 600 centros de enseñanza básica que fueron seriamente afectados por Eta y Iota.

Antes de las emergencias ocasionadas por los eventos naturales, el 40 por ciento de las instituciones no tenían energía eléctrica y el 19 por ciento no contaban con acceso a agua potable.

Más del 30 por ciento; esto es, 4 mil establecimientos, no tenían alcantarillados; adicionalmente, siete u ocho de cada diez instituciones de enseñanza presentaban problemas en su infraestructura.

Uno de los grandes cambios anunciados por la cartera ministerial de Educación para el ciclo 2021 que dará inicio el 1 de febrero, está relacionado con la conectividad a la internet.

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Para este cometido, la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) planifica hacer efectiva una inversión de 50 millones de dólares (más de 1,200 millones de lempiras) para asegurar la conexión a gran escala de más hogares y ciudades a las plataformas virtuales.

Se asume que la transferencia de semejante cantidad de recursos tendrá una repercusión directa en la posibilidad de que la casi totalidad de niños puedan estar en la ruta de los contenidos académicos en línea.

Debido a la brecha digital que existe en el país, se calcula que alrededor de un millón de estudiantes fueron marginados en el período 2020.

Analistas de las universidades públicas y dirigentes magisteriales han expresado sus dudas sobre el desarrollo de un esquema combinado de clases presenciales y virtuales si no está basado en una estrategia de formación docente continua y del rescate de los estudiantes "desconectados" del sistema.

Otro sector de maestros son de la opinión que uno de los primeros pasos que deben darse es evaluar los resultados del programa de enseñanza "remota" que provocó una ruptura en la relación directa entre profesores y discípulos en el aula de clases.

Hay un consenso en cuanto a que los alumnos "no aprendieron nada" en sus lecciones virtuales en 2020, lo que ha venido a deteriorar más la calidad de la educación.

En este punto es donde surge la disyuntiva: ¿Son los 200 días de clases una medición suficiente para saber el estado de la educación en Honduras? ¿Cuál debe ser la apuesta de Honduras: Conectar a los niños a los modelos virtuales o garantizar que éstos asimilen los contenidos y aprendan "de verdad" para convertir la educación en el pilar del desarrollo del país?

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