Los actos de corrupción son siempre condenables por sus derivaciones; pero cuando son cometidos en tiempos de calamidad semejantes a los que padecemos los hondureños, son más que una perversidad que no puede ser perdonada.

En nuestra Honduras, carcomida por el virus de la deshonestidad, resulta un crimen inconcebible que los corruptos hagan germinar sus negocios en plena pandemia.

Somos testigos de cómo el covid ha dejado desnuda la desgracia de nuestro sistema sanitario. No encontramos, pues, palabras para explicar cómo es que se ha dejado la puerta abierta para que los inmorales - funcionarios, proveedores o de cualquier otra calaña- tomen provecho y se repartan los fondos públicos destinados al manejo de la emergencia.

Nos ha sacudido el nuevo escándalo surgido al calor de la compra de siete hospitales móviles por la suma de 48 millones de dólares que, al cambio actual, equivalen a 1,200 millones de lempiras.

Honduras pagó, por culpa de la operación fraudulenta realizada por Invest con una empresa de maletín, una sobrevaloración de 350 millones de lempiras.

Es toda una infamia si hacemos un recuento del estado agónico en que se encuentran los hospitales donde no hay camas para los enfermos graves y críticos por Covid, ni equipo médico especial, tampoco implementos de bioseguridad.

¿A qué bolsillos fueron a parar las ganancias mal habidas de la adquisición de hospitales móviles?  Eso es algo que hay que desentrañar para que los culpables paguen por el gran pecado cometido.

Hay muchas preguntas y menos respuestas cada vez que escudriñamos en este episodio oscuro, que no es el único que figura como tal en la presente crisis de salud.

Tenemos los antecedentes de la amañada adquisición de mascarillas y ventiladores mecánicos, siempre por gestión de Invest. Y antes, provocó mucho ruido la compra de aires acondicionados y percoladoras por parte de la Comisión Nacional de Contingencias COPECO, un lamentable episodio que les costó la cabeza a funcionarios de dicha dependencia estatal, aunque la deuda no quedó del todo saldada en mérito y justicia de los daños causados a la población.

Esperamos que esta vez, los tramposos movimientos que se realizaron para la compra de los hospitales móviles, no terminen reducidos a un escándalo más, porque es grande el perjuicio ocasionado a los hondureños martirizados por la pandemia del Covid.

La costumbre ha sido mantener en la palestra los actos de corrupción por un tiempo efímero y dejar que todo pase sin que los responsables carguen con el peso de la ley y de la justicia.

No debe correr esta inveterada inflexión en la presente oportunidad. Que la pandemia no sea el escudo de los corruptos, ni el caldo de cultivo para que algunos obtengan cuantiosos dividendos mientras los enfermos de Covid mueren por falta de una atención apropiada.

Exijamos, todos los hondureños, el acceso a servicios dignos de salud y demandemos en voz alta que se ponga fin a la impunidad y al virus mortal de la ambición que está implantado en el ADN de los corruptos.

Transparencia y rendición de cuentas son los códigos que deben prevalecer en el abordaje de la pandemia del Covid. Todo lo demás será una miserable complicidad con los corruptos.