A medida que se acerca la campaña más agresiva de cara a las elecciones generales de noviembre de 2021, son más enérgicos los llamados de diversos sectores a que la población no ceda ante los discursos vacíos y populistas de los políticos.

La exhortación más enérgica la ha enviado la Conferencia Episcopal, en el sentido que los ciudadanos no queden atrapados en la tentación de emitir su voto a favor de políticos demagogos y acostumbrados a la compra de conciencias.

El llamado a la conciencia ciudadana es simple y directo: Los electores tienen el voto y la voz para pronunciarse en las urnas y elegir a aquellos postulados que demuestren decencia, responsabilidad,  sentido patriótico y que estén identificados con la  búsqueda del bien común.

Los hondureños convocados a la justa del último domingo de noviembre, deben entrar en conocimiento que no se trata simplemente de votar; es decir, de depositar la papeleta, sino de elegir entre las fórmulas de candidatos conocidos por sus frutos.

Y en las nóminas de los 14 partidos que están inscritos para la  contienda del 28 de noviembre, aparecen numerosos políticos que están al acecho de cazar votos para aprovecharse del ejercicio del poder.

Y son muchos los personajes que están en el poder y que quieren repetir en los puestos a los que han llegado, valiéndose de procesos electorales fraudulentos o apoyados en sus vínculos con la corrupción y con el crimen organizado.

Las planillas de candidatos también están llenas de advenedizos o aprovechados que intentan ser elegidos a como dé lugar sin las credenciales que tendrían que reunir para obtener el favor del pueblo en las urnas.

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En las circunstancias presentes, los políticos deberían estar comprometidos con la presentación de  propuestas a los males endémicos del país y de soluciones a los problemas que han surgido a raíz de la pandemia.

Lo que se observa, en su lugar, es una confrontación sin tregua en el interior de muchos de los partidos políticos que están listos para presentarse en los comicios de noviembre, una demostración de la falta de liderazgos auténticos y un reflejo de la decadencia de nuestra democracia electorera, revestida de demagogia e influenciada por los corruptos y por los infiltrados de asociaciones ilícitas.

De cara a la consulta de finales de 2021, los hondureños están frente al desafío de rescatar su poder en las urnas, de llevar a cabo un verdadero acto de elección de sus autoridades y de rechazar a aquellos políticos mentirosos que han  prometido todo, pero que no han cumplido con su palabra.

La corrupción, la impunidad, la pobreza, el retroceso de la economía y la inestabilidad institucional, son la expresión de una democracia hondureña que ha  sido desnaturalizada por la clase política.

Hay que reivindicar la decisión de las mayorías y la agenda ciudadana, porque otra vez amenazan con salirse con las suyas los demagogos que se han implantado en la cosa pública.

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