Son las zonas rurales las que resultan más castigadas por la pobre producción de bienes de consumo esencial, una situación que se agrava por los prolongados períodos de sequía. Precisamente, este año está pronosticada la presencia del fenómeno de El Niño con efectos severos sobre las actividades agrícolas.

Esto explica, en parte, por qué la inseguridad alimentaria ha sido y es un problema de carácter estructural en Honduras. La agricultura es dependiente de los regímenes de lluvia y basada en la subsistencia, sobre todo en las poblaciones pobres.

Los expertos en los quehaceres del campo han cuestionado que se hayan dejado de lado los programas ejecutados para fortalecer el campo y que las experiencias emprendidas en el pasado no hayan tenido frutos.

Por ejemplo, la inversión en el Corredor Seco desde 2014 a la fecha se acerca a los 300 millones de dólares; sin embargo, su impacto ha sido nulo en el alivio a la pobreza y en la garantía de alimentos a sus habitantes.

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En Guatemala también se ha advertido sobre el impacto del cambio climático y los efectos de El Niño. El Gobierno de aquel país ha identificado 166 municipios en 10 departamentos como los más impactados por la deficiente producción de alimentos.

Éstos son, precisamente, los sectores con mayor pobreza, sin acceso a los sistemas de riego para la producción y expuestos al hambre estacional. En aquella nación centroamericana, el acceso a los alimentos está restringido para el 50 por ciento de la población que vive en pobreza.

En El Salvador, el pronóstico de que la ausencia de precipitaciones llegará en la segunda mitad de este año ya es motivo de preocupación para los productores agropecuarios.  

La vecina nación ha sufrido las consecuencias de 13 fenómenos de El Niño en las últimas cuatro o cinco décadas, frente a 16 años que experimentó los efectos de La Niña.

En lo que corresponde a Honduras, el país más pobre y con el aparato productivo más vulnerable de la región, la producción agrícola va en deterioro o se ha estancado. Se estima que, en promedio, anualmente se generan 13 millones de quintales de granos básicos, un volumen insuficiente para satisfacer la demanda para consumo.

Es indispensable la inversión en el capital humano, con el propósito de que la población cuente con las herramientas necesarias para la generación de alimentos de manera sostenible.

Todo se resume en que las acciones de producción agrícola tienen que estar incluidas dentro de las políticas públicas, porque la inseguridad alimentaria es un problema que urge soluciones integrales con voluntad política.

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