La disponibilidad de camas hospitalarias es de unas 9 por cada 10 mil habitantes, un poco más de seis mil camas distribuidas en los apenas 29 hospitales públicos que conforman la red de servicios de la Secretaría de Salud del país.

El ciertamente deprimente y enfermo sistema sanitario público de Honduras. Con una cobertura hospitalaria de 0.4 hospitales por cada 100 mil habitantes, ocupamos el penúltimo lugar en la región centroamericana, sólo superando a Guatemala.

La casi colapsada infraestructura hospitalaria y los deficientes servicios de salud, además de la pobre cobertura, han terminado “internando” al sistema en lo que en el argot sería una unidad de cuidados intensivos.

Y con apenas 10 médicos por cada 100 mil habitantes, y sin reparar en las todavía más alarmantes necesidades no cubiertas de especialistas, el estado del sistema sanitario público hondureño, es entonces de una extrema gravedad.

El resultado de las muchas veces diagnosticadas, pero nunca corregidas, fallas estructurales de un sistema, que terminaron convirtiéndose en el peor pronóstico y en la enfermedad, casi terminal, de la población que busca y necesita atención.

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Mientras en el sistema sanitario público existe una carencia crítica de personal técnico y de especialistas en casi todas las áreas, ahora mismo estamos entrampados en un debate casi que estéril, por entender las razones que orillaron al Ejecutivo a dar luz verde a la contratación de casi cien galenos cubanos, mientras el Colegio Médico de Honduras denunciaba la semana anterior, el despido de 50 de sus afiliados del sistema, por no estar en el censo de militantes del partido de gobierno.

La casi derruida infraestructura hospitalaria, y no digamos, lo que sucede con los poco más de 400 centros de salud que funcionan en el interior del país, aunado a los deficientes servicios básicos y la pobre cobertura del sistema, reflejo de un casi inexistente plan nacional integral de salud, nos debería mantener ocupados y preocupados en las soluciones.

Que si está bien o está mal que vengan especialistas cubanos o de otras nacionalidades, no debería concentrar ni aislar el debate. Sacar este enfermo sistema sanitario público de Cuidados Intensivos urge; es lo que le va a salvar la vida a miles de hondureños, que no tienen otro recurso más que el hospital público regional; no disponen más que de uno de los apenas mil Césares que funcionan a nivel nacional; que se tienen que pelear una de las apenas cinco mil y pico de camas que tiene la Secretaría de Salud habilitadas en los hospitales públicos.

No se puede supeditar la salud o la enfermedad de la población de Honduras a debates o polémicas, que además de seguir dividiéndonos, dispersan los objetivos de querer sacar al sistema sanitario de este estado de postración en el que las malas gestiones lo tienen.

La cobertura sanitaria, como la educación universal y la seguridad pública, son los pilares del bienestar común. Salvar la vida de las personas a través del acceso a los servicios de salud, con una cobertura universal y una infraestructura hospitalaria digna, es el último de los derechos que a la clase política y gobernante no se le puede permitir que nos quiten.

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