Y lo peor es que en el 'penoso' ranking de naciones con los mayores índices de percepción de la corrupción, salimos peor de cómo habíamos estado hasta el fin de los gobiernos nacionalistas

¿Qué es lo que entonces no se sigue haciendo bien en el país? Hemos pasado las últimas dos décadas reconociendo, practicamente, que la corrupción sistematica es quizás una de los peores amenazas, capaz de socavar el tejido social y económico del paìs, en la medida que drena los recursos públicos que deberían servir para garantizar educación, salud y comida a la población.

No se ha podido entonces pasar de la retorica a los hechos. La población sigue creyendo que aquí no es posible aún desmontar la impunidad, y lo que es peor, se continúa desconfiando del sistema de impartición de justicia, del entramado legal, del estado de derecho, de una institucionalidad que nos dice defender.

Con la peor calificación de la última década, la población ha pagado con creces las devastadoras consecuencias de un flagelo que ha minado incluso sus expectativas de bienestar y de salir de la pobreza. Le ha quitado a la gente las oportunidades de acceso a un sistema sanitario digno o una escuela pùblica de calidad.

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No se han podido asentar los pilares para la construcción de un estamento judicial y persecutorio del delito de cuello blanco; un compromiso de quererle plantar dura la batalla a los que impunemente meten las uñas y le roban a los hondureños.

Lamentablemente, la clase política, la institucionalidad como tal, sólo ha estado diciendole a la gente lo que esta quiere escuchar. Al final, al pueblo no se le engaña y la evidencia de eso se ve reflejada en lo que la población percibe.

La bochornosa posición en el ranking del índice de la corrupción, la consolida lo que la población percibe y ve.  Desde las organizaciones de sociedad civil se lamenta que no haya ni avances ni voluntad política para generar cambios y transformar este estado de indefensión frente al delito de la corrupción y conexos.

La imposición de fiscales interinos en el Ministerio Público fue tan malo como la cooptación de cargos e instituciones que fue moneda de curso corriente en los gobiernos nacionalistas.

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En esta administración se creó una Secretaría de Transparencia y Lucha contra la Corrupción, que sustituyó a una de similares funciones del Gobierno anterior, pero le cerraron la llave presupuestaria para que la lucha de Edmundo Orellana fracasara.

Se pumpunean el pecho en foros, aquí y allá,  hablando de encausar a la sociedad hondureña en una redentora y nueva corriente de moralidad, pero los redentores de la 'nueva' institucionalidad, siguen haciendo lo mismo que le enrostraban en la cara a los que se fueron.

La 'cultura' del bono, el tráfico de  influencias, el nepotismo, el abuso de poder, los ventajismos, han seguido siendo moneda de curso corriente en la gestión pública, agravando el sentimiento de genuina frustración, hoy como antes, arraigada en la percepción de desencanto del pueblo.

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