Dentro de unas horas habremos dejado atrás 2021, un año en el que hemos continuado a expensas de la pandemia de covid 19, de una situación socio-económica en menoscabo, de un Estado de Derecho en proceso de debilitamiento y una democracia lejos de su sentido de inclusión.

Dos mil veintiuno ha sido un año difícil en casi todas las áreas de nuestro ordenamiento. Seguimos siendo un país golpeado por la desigualdad social, los insuficientes niveles de crecimiento económico, la violencia criminal y la corrupción.

Se trata de algunos de los problemas endémicos con los que hemos cargado los hondureños y que son una derivación de muchos factores como la ausencia de políticas públicas y la pérdida de confianza de la población en las instituciones.

Con todo, nos hemos mantenido en la línea de la sobrevivencia. Al menos no tocamos fondo todavía, si hemos de hacer un balance general de nuestras dificultades, unas estructurales y otras de coyuntura.

Justamente acudimos a las urnas el último domingo (28.11.2021) de noviembre, porque decidimos darle un voto de respaldo a la democracia y porque guardamos la esperanza en que pueden venir tiempos mejores para nuestro país.

Estamos a punto de despedir 2021 y de darle la bienvenida a 2022, un año que trae aparejados muchos desafíos para las autoridades que tomarán las riendas de la nación a partir del 27 de enero.

El reto para nuestro país sigue invariable: Intensificar nuestra lucha para vencer los obstáculos que han relegado a las mayorías que reclaman mejores condiciones sociales y económicas.

Es preciso imprimirle más fuerza a la batalla contra la pobreza, la indigencia, el desempleo, la inequidad social, el desequilibrio económico y los altos niveles de deshonestidad, impunidad e inseguridad que nos colocan en estado de vulnerabilidad.

Necesitamos empujar con denuedo hacia la transformación de nuestra Honduras y confiar en que las cosas pueden cambiar para bien, creer que es posible disipar los nubarrones que se ciernen sobre nosotros y tener esperanza en que saldremos airosos de este trance, toda vez que construyamos juntos un plan de país y un proyecto de nación.

Con la mira puesta en la edificación de un mejor destino y con el anhelo de convertir en realidad los propósitos individuales y colectivos, los hondureños le damos la bienvenida a 2022.

¡Que la ventura y la gracia del Altísimo nos acompañe por este sendero en el nuevo año!

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