Penetra en la conciencia de los hondureños la frase que fue grabada sobre uno de los puentes a desnivel de la capital en el que se puede leer una pregunta contundente: “¿Dónde está el dinero de la emergencia?”.

Esa incógnita, con todo y su profundo significado, se ha replicado en mantas colocadas en bulevares de ciudades grandes y se ha difundido de manera profusa en las redes sociales. A través de estos medios, diversos sectores han expresado su indignación por el destino torcido que se ha dado a los fondos reservados para atender la emergencia.

Las acusaciones que penden sobre el mal manejo de los recursos destinados a la gestión de la urgencia desbordan. La compra de mascarillas, vestimenta de protección para el personal de salud, respiradores mecánicos y hospitales móviles, se ha realizado al amparo de las intenciones de los personajes siniestros que siempre se aprovechan de calamidades como la que nos golpea para sacar pingües beneficios.

Estos oscuros sujetos de vocación corrupta, no se han medido en sus acciones ni siquiera porque vivimos una desgracia de grandes dimensiones. Han ido con todos sus tentáculos a obtener buenos réditos a través de las compras millonarias. ¡No puede haber más ignominia en ellos!

¿No es execrable que un grupúsculo de deshonestos haya salido beneficiado con la contratación de equipo hospitalario e insumos médicos y de protección y que permanezcan agazapados en la impunidad?

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Porque el hecho que se lleve a efecto toda una movilización de fiscales encomendados para ejecutar operativos especiales de allanamiento, secuestro de documentos y toma de declaraciones de funcionarios con atribuciones de primer orden en la presente pandemia, no garantiza que al final se imparta la justicia como se debe.

No tenemos certidumbre de que reciban su merecido los culpables de actuaciones de negligencia, desidia, irresponsabilidad o de deshonestidad en su más despreciable expresión. Los buenos hondureños exigimos que resplandezca la transparencia en medio de la podredumbre.

¡¿Cómo no vamos a preguntar dónde está el dinero de la emergencia?! Entre los fondos nacionales y los recursos desembolsados por organismos externos en calidad de donación y de préstamos, son alrededor de 80 mil millones de lempiras los que han sido aprobados a efecto de hacerle frente al covid.

¿Qué se hicieron los fondos que debieron invertirse con honestidad, honradez y probidad? ¿Podemos todavía recuperar el dinero que se perdió por las compras sobrevaloradas o que fue a dar a los bolsillos de los indecentes, confabulados entre sí, en menoscabo de los intereses del pueblo?

No percibimos que haya voluntad sincera para llevar a los aprovechados a la picota pública como un hecho ejemplarizante en respuesta al clamor de la población, harta de tanta inmoralidad.

En el pretérito reciente un movimiento denominado “Las Antorchas” estalló y tomó validez y legitimidad en el país, también como un reclamo popular contra la corrupción. Hoy, en tiempos de emergencia sanitaria, económica y social, los hondureños demandamos claridad y justicia en el manejo de los fondos públicos.

Los que administran el Estado, los funcionarios públicos y, en general, los dirigentes políticos están obligados a no ignorar el clamor del pueblo, a dar respuesta a la pregunta: ¿Dónde está el dinero?

Es un pecado mortal seguir protegiendo a los corruptos en todos los niveles en que éstos proliferan, ya sea en la cúspide o en los mandos intermedios o bajos, en condición de malignos actores intelectuales o en calidad de pusilánimes mandaderos o de bribones intermediarios. Los hondureños demandamos que se nos rindan cuentas limpias para saber cómo es utilizado el dinero orientado a la atención de las necesidades más caras de la población.  

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