Los hospitales móviles siguen en el limbo mientras Honduras registra ya -y sumando- un acumulado de 123 mil casos de covid 19 y casi 3 mil 200 fallecimientos por la mortal pandemia.

El país está más bien a unos cuantos meses de recibir las primeras dosis de la vacuna contra el letal virus y las tales estructuras hospitalarias móviles siguen tal cual monumentos a la desidia y estatismo, empaquetadas en los mismos cobertores azules que los han mantenido cubiertos desde su salida del puerto de embarque en la lejana Turquía. Decía el filósofo Séneca en su célebre y sabia frase que nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía.        

¿Quiénes fueron los responsables aquí de la desaguisada compra de los tales hospitales móviles que casi diez meses después de haberse pagado y comprado, no han sido siquiera instalados, salvo el que ya opera en la ciudad de San Pedro Sula? ¿Acaso se le dedujeron responsabilidades penales a los que le salieron al pueblo hondureño con esa compra chueca y con visos de haber terminado siendo una estafa?

 Si hay algo que el pueblo hondureño ha pagado con creces -claro, además de la impunidad y corrupción- ha sido la retardación de justicia; un mal enquistado en la misma y profunda simiente de nuestro sistema institucional y judicial.

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¿Cuánto tiempo pasó desde que quedó en evidencia el estado de Honduras como tal con dicha y pasmosa compra y acaso hemos vuelto a saber algo de tal o cual acción contra los responsables de la vergonzosa adquisición de los hospitales?

Aquí estamos frente a una conjugación de razones que han llegado a sumir al país en este estado de indefensión frente al delito. Por eso es que aquí, por ejemplo, la impunidad ha echado raíces tan profundas como las de la corrupción, pública y privada. Por eso es que los alcances nefastos de la impunidad son tan parecidos y hasta iguales a los de otros delitos igualmente sin castigo y sin consecuencias en Honduras para quienes los cometen.

De ahí que los responsables de la vergonzosa compra de los hospitales móviles -sin ser molestados más por la extraña justicia hondureña- hayan celebrado las fiestas de navidad y fin de año entre pitos y gritos, como todos los demás hondureñitos…   

Por eso es que aquí se llegó a crear y fortalecer un entramado institucional y sólido de impunidad. Y de esas estructuras son parte jueces, magistrados, políticos, partidos, empresarios y también particulares pero vinculados con las redes que desde las esferas más altas, mueven los hilos de la impunidad y corrupción.

Ha sido para pesar y dolor del país, una especie de plaga que llegó a corroer los cimientos más profundos de la probidad, operatividad y efectividad de los organismos y entes fiscalizadores creados para perseguir el delito y resguardar a la ciudadanía misma.

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Pero todo este entramado tiene que ser en principio evidenciado para después insistir en la urgencia de ser erradicado, que para nada debe ser visto como ilusorio o como un chiste de mal gusto en medio del frecuente sentimiento de decepción y frustración que arrastramos los hondureños.

Tenemos que persistir en la generación de las condiciones que permitan la construcción de un país mejor. ¿o es que acaso no lo merecemos?  Un país sin corruptelas, sin trances y sin indulgencias con los uñudos y con los de doble cara que aquí, mientras se persignan, se atreven hasta de darnos clases de moral!