Como es lógico que suceda, todos abrigamos la esperanza que la jornada entrante de 365 días sea próspera y llena de realizaciones para todos los sectores, en especial para quienes se encuentran en franco estado de fragilidad socio-económica.

Y es que siempre que un año está falleciendo, nos decantamos por una serie de metas, casi todas relacionadas con la búsqueda de mejores senderos de realización y con la demanda de políticas públicas que eleven nuestras condiciones de vida.

Los hondureños tenemos cifradas nuestras esperanzas en que el año que está por comenzar traiga consigo un cambio en el horizonte que hasta ahora se tornó de color gris por la serie de problemas que hemos arrastrado y que se han agudizado.

Estamos a pocas horas de dejar atrás un año que no ha sido fácil para la mayoría de los hondureños, porque la economía se encuentra empantanada, las finanzas están en deterioro y las remesas crecen más lentamente.

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Las exportaciones muestran una disminución; no hay condiciones para la apertura masiva de puestos de trabajo por la caída de la inversión; y la población no tiene acceso a servicios dignos de educación y salud, mientras los puestos de trabajo se pierden, en lugar de multiplicarse.

La violencia criminal no ha retrocedido; y la transparencia, lo mismo que la rendición de cuentas, no están dentro de las prioridades de la agenda gubernamental, porque no expresan la voluntad de los gobernantes.

Siempre resulta difícil transitar desde un camino lleno de avatares hasta un sendero floreciente. Todo depende del empeño que pongan nuestros gobernantes en el logro de los objetivos de país y de su voluntad de cumplir las promesas de campaña

Pero mientras exista fe en nuestra capacidad para transformar la realidad y en tanto pongamos nuestra confianza en el Ser Supremo, las puertas hacia el cambio estarán abiertas.

Dos mil veinticuatro se di divisa desde un plano menos duro respecto al año que se va dentro de algunas horas. En tanto se profundiza en el reordenamiento de la macroeconomía, resulta imperativo que se dé nuevos bríos a la batalla contra la pobreza, la indigencia, el desempleo y los altos niveles de corrupción, impunidad y violencia criminal.

Pero también es una demanda sentida de la población que se consoliden los planes dirigidos a reformar la educación, humanizar los servicios de salud con calidad y, en general, que se dé paso a la transformación del país.

Estamos en el umbral de 2024 y, en tal oportunidad, hacemos votos porque el nuevo año sea pleno de esperanza, que sea el tiempo en que encontremos en la unidad la fuerza que necesitamos para construir un futuro más promisorio.

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