Otro hallazgo, encontrado por el mismo estudio, es que el 60 por ciento de los estudiantes de secundaria, en los demás departamentos que abarcó, quisiera ya agarrar la peligrosa ruta migratoria y abandonar de una vez por todas las aulas de clases, en donde dijeron, no ven las oportunidades de ayudar a sus familias a tener un mejor futuro.

Una monumental tragedia educativa, que empeora los ya de por sí deprimentes indicadores pedagógicos y sociales, y que le roba el derecho a la niñez y juventud del país, a soñar y aspirar a mejores condiciones de bienestar y vida aquí.

Una auténtica tragedia social, que sobrepasa todas las conspiraciones educativas promovidas por un sistema que hace ya un buen rato le conculcó al que hemos llamado siempre el "futuro de Honduras", su derecho a una formación inclusiva, pertinente y equitativa.

35 de cada 100 estudiantes que se matricularon este año en la escuela pública, solo estaban esperando que terminaran las clases para probar a irse “mojados” a los Estados Unidos.

El fracaso del Estado de Honduras y de su institucionalidad para generarle esperanza a sus jóvenes aquí, y para garantizarle las condiciones y herramientas de que a través de la educación formal, pudieran alcanzar y tener.

Fracasamos entonces en garantizar el derecho constitucional a la educación, en la cobertura y acceso universal al conocimiento.

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Se le vedó toda posibilidad al niño y joven de asistir al centro educativo, independientemente de sus condiciones socioeconómicas, pero lo peor, es que además de violentar sus derechos, se les ha estado 'robando' la esperanza. Hoy, el 50 por ciento de las personas que emigran irregularmente del país, son jóvenes.

Que sean tantos los niños y niñas que no pueden ir a la escuela en Honduras, conspira contra la inclusión y equidad, pero que más del 60 por ciento de los estudiantes que están dentro del sistema, quieran abandonar las aulas para irse ilegalmente a Estados Unidos, acompañados o solos, impide que podamos construir una sociedad democrática e inclusiva, respetuosa del ser humano, y sobre todo, de la niñez y juventud históricamente en desventaja en Honduras.

Cuando sólo 31 de cada 100 jóvenes tiene la oportunidad de acceder a un centro educativo, se vulnera el derecho a una formación para la vida igualitaria para todos, pero cuando más del 60 por ciento de la población estudiantil sólo está pensando en irse “mojados”, la concepción constitucional de la educación como un derecho, se queda hasta pequeña!

Censurable es, que ni la inclusión ni la igualdad se hayan enraizado en una sociedad que tampoco veló por el respeto al derecho a la educación que debieron tener los niños y jóvenes de Honduras, independientemente de su condición social, económica, y de sus capacidades y habilidades.

Nunca merecieron ni merecen ahora, que desde el Estado como tal, con toda y su insensible institucionalidad, se les limitara sus oportunidades y se les condenara a la oscuridad eterna.

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